Un silencio incondicional retumbó por toda la sala, los mínimos aplausos de ellos la cual estaban satisfechos con la gran matanza, desdichados comenzaron a desencadenar todo aquello que quedaba en el aire, el desperdicio de cada cuerpo, la sangre chorreaba por los asientos entupidos, y el olor comenzó a notarse pero, el escenario aquel donde estaban esas bellas damas bailando brillaba como nunca, una magia hizo que algunos de ellos quedaron viéndolas derritiéndose en el encanto inocente, ¿este encanto prematuro seria el cambio a todo este mal?, sin duda sería algo extraño de explicarse, una persona frívola y desanimada, con alma violenta no sería capaz de afrontar tal amor.
Las muchachas seguían moviéndose hasta que el show había llegado a su fin cuando las luces y el telón se cerró y ambas cayeron al suelo como un pañuelo, el encanto de nuevo había llegado, parecían marionetas desveladas como si sus vidas comenzaran a controlarse con solo unos pasos, con solo un dedo, como si colgaran de hilos finos revestido en su fe.
Unos pasos adelante y unos cuantos chillidos que dio uno de los integrantes inconsciente, su cara mostraba confusión y aquel sentimiento trasmitido desde su alma estaba acariciando su corazón duro de piedra transformándolo en la más rica poción, de sólido a liquido se convirtió, sus ojos cerrados y una mano en su pecho.
— ¡Esto no está bien! — confesó tratando de disimular aquel padecimiento inquieto en él
— ¿Qué sucede Vengeance? — preguntó Synyster al verlo parado junto a las chicas que aun seguían tiradas en el suelo frío del escenario
— Nada, nada, solo que estoy viendo cómo podemos llevarlas hasta allí — ahora llevó la mano que estaba en su corazón para subirla hacia la cabeza y revolver sus cabellos finos y suaves
— ¡ah!, de eso no te preocupes — alzó una mano para dejarla arriba de su cabeza y con unos movimientos nombro su nombre — Elina
— Aquí estoy — un humo color negro azulado sacudió en el escenario haciendo que desde ese niebla salió su cuerpo voluminoso, su boca estaba impregna de sangre fresca
— Necesito que lleves a las mujercitas a sus habitaciones — mandó Synyster tratando de volver a mirarlas, pero con una cara de desprecio camino hacia atrás, en ese momento miles de cosas pasaban por su cabeza, y tenía miedo de sentir interés en querer salvarlas de una vida de desgracias
— Como usted mande — respondió y repentinamente volvió el humo exótico que las hizo desaparecer como por arte de magia
— Zack… — intervino en el momento aquel que estaba marchándose para la parte baja del escenario
— ¿Qué? — respondió abatido
— Estás extraño…— exclamó tratando de entenderlo
— ¿Qué hacen aún aquí?, tenemos que irnos de inmediato — mandó con soberanía
Sin nombrar ninguna palabra se deslizaron por el enorme pasillo que estaba detrás del teatro. Un espejo enorme había en el final del mismo, grande, antiguo, viejo y oxidado con grabados extraños en todas las esquinas, como si estuvieran talladas con la misma mano del ángel del mal. Ahora fue cuando una especie de magnetismo y una rara eficiencia reflejó por último a ellos 3, cuando el resplandor de una luz divina dilato por completo a los sujetos sobre el mismo haciendo que se dispersen por esa semejante irradiación.
Aquel espejo iluminado hizo desaparecer los tres perfectos cuerpos masculinos, un espejo que no era igual a los demás, no se daba con un simple reflejo, si no un transporte magnifico, del cual abusaban cada noche aquellos que poseían los ojos rojos, y negros al ceder de sangre…