Zackarias Craig... un sueño andante. Dientes perfectos, sonrisa seductora, ojos de color dulce pero intenciones oscuras, cuerpo para infartarse.
Me propuse no dejarlo complicar mi vida.
Pero él está hecho a la medida exacta para arruinar mis planes...
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El calor en esta época del año comienza a sentirse hasta en el último poro de mi cuerpo. Y no lo soporto.
Recojo mi cabello rojizo en una coleta alta y luego, dejo dos mechones sueltos a los costados de mi rostro para descontracturar lo estirado de mi cabellera. Acomodo el borde de mi vestido blanco veraniego y miro por el reflejo del espejo a mi amiga muy concentrada, husmeando su celular mientras recuesta su espalda en mi cama.
-¿Noticias interesantes?- Pregunto. Me giro hacia ella, quien hace una mueca con su boca y niega con su cabeza.
-Nada todavía.- Deja su móvil a un costado y observa el techo con cara de aflicción. Me siento en el colchón, a su lado.- ¿En serio crees que mi cabello quedó bien? No se vale mentir por ser mi amiga.- Ruedo mis ojos. Es la tercera vez que me lo pregunta desde que llegó. Su color natural es castaño oscuro pero ha decidido teñirlo de un color rubio y, a decir verdad, le ha quedado espectacular. Ilumina su rostro, resalta sus ojos marrones claros.
-¡Ya te he dicho que sí!- Exclamo, fastidiada. Se apoya sobre sus codos para posicionarse mejor y sus cejas se mueven con pena.- ¿Por qué piensas que no? Te queda precioso ese color, eres una rubia bomba ahora.
-Es que subí una foto a las redes sociales y ninguno de los que me interesa me comentó, no tuvo la repercusión que creí que tendría.
Río ante lo básica que es su preocupación. Camille es mi mejor amiga desde jardín de infantes. Es de ese tipo de amigas que siempre tiene un plan y que, si no lo tiene, lo inventa y sabe cuándo se hacen las mejores fiestas porque disfruta codeándose con chicos guapos. Contrario a mi, que suelo conformarme con un libro debajo de un árbol y si no fuera por ella debo admitir que mi vida fiestera de colegiala no existiría.
-Tienes que esperar, la posteaste hace tan solo dos minutos.- Bufa y vuelve a dejar caer su espalda en el colchón, provocando un sonido de hundimiento en lo mullido de la cama.
-¡Lilly, baja! ¡Necesito tu ayuda en la cocina!- Mi madre grita desde la planta baja.
-¿Ayuda en la cocina?- Pregunta, curiosa. Y entiendo a qué se debe su curiosidad; mi madre, Verónica, es una mujer de muchas habilidades en las cuales no se incluye cocinar y eso mi mejor amiga de toda la vida, lo sabe.
Hoy es un día especial así que mi madre debe estar haciendo un esfuerzo descomunal al tratar de preparar algo que no sea comprado o pre cocinado.
-Hoy llega Peter de la Universidad, se quedará con nosotros todo el verano así que mamá quiere recibirlo con algo casero... o eso me dijo ayer.- Fundamento con una sonrisa.- Debe estar revoleando harina por toda la mesada ahora, pero lo vale.
He extrañado a mi hermano. Mucho. Si bien, la universidad queda a -con tránsito en el camino- dos horas de donde vivimos, debido a la cantidad de exámenes y responsabilidades que tiene a lo largo del año, se le dificulta poder visitarnos seguido. Creo que hace seis meses que no lo veo más que en una pantalla haciendo videollamada y el hecho de que esté con nosotros dos meses enteros, me emociona de sobremanera.