6. Gritos.

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Me sobresalté al ver que Eider estaba tan cerca de mí, el verdadero Eider.

Cualquier rastro de una sonrisa había desaparecido, incluso me parecía imposible que alguna vez hubiera sonreído. Dio un par de pasos obligándose a retroceder, mi corazón latía con fuerza, sin embargo no baje la mirada.

Mi cuerpo chocó con la pared, y Eider se pegó más a mí. Podía sentir su aliento en mi frente, puso sus dos manos en la pared encerrándome entré su cuerpo. Comenzó a acercar su cabeza a la mía, los pocos centímetros que nos quedaban comenzaban a desaparecer con cada movimiento de él, sus ojos no se despegaban de los míos.

-Si te acercas más gritaré.- dije con la voz entrecortada.

-Te gusta?- dijo deteniéndose a escasos centímetros de mi boca.

-¿Qué?- mi voz se escuchaba cada vez más baja.


-Que se metan en tu casa, que le mientan a tu madre solo para entrar  en tu casa.- sus ojos se posaron en los míos, los cuales te inyectaban miedo con tan solo verlos.

No respondí, y no solo porque nos sabía que decir, sino porque mi garganta estaba seca.

Las venas de su cuello se notaban u mantenía las manos en puños pegados a la pared.

-Ya te lo advertí una vez, te dije que te alejaras, pero parece que no fui claro. Deja de meterte en mi vida, deja de observarme, deja de interesarte, deja de involucrarte, no te acerques a mí y menos a mi hermano, deja de acosarme por tu ventana y no te cerques a mi casa. Deja de creer cosas de mí, nada de lo que suceda en ni vida te incumbe.

«Aléjate Beth, es la última advertencia que te doy, las próximas tendrán que ser amenazas.

-¿Vas a hacerme daño? – pregunté de repente con la voz débil.

Bajo su mirada al piso.

-¿Me darás razones?- me pregunto volviendo a poner su mirada en mí.
Negué con la cabeza.

Jamás dejé de ver sus ojos, por lo que supe que todo lo decía de verdad. Me observo por unos segundos mientras yo seguía entre la pared y él, sintiéndome tan pequeña, Y después solo se dio la vuelta y salió de la habitación.

Mis piernas temblaban así que me deje caer en el piso.

-Ya te vas?- escuché a mi madre preguntarle.


-Recordé que tengo un compromiso, un placer conocerla.- le dijo.


-Cuídate.- le contesto mi madre.


Escuché la puerta cerrarse y por fin pude respirar.

Cuando Eider me amenazó en su casa, había tenido miedo. Pero ahora, ahora era diferente. Su mirada, sus ojos, su forma de hablar habían sido mucho más obscuras esta vez.

Con solo recordar sus ojos que parecían una llama ardiente, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Nunca lo había visto tan enojado y yo nunca había tenido miedo de moverme un centímetro. Mi corazón aún latía fuertemente, mis manos sudaban.

Por mi mente pasaba una y otra vez el rostro de Eider, sus ojos que me hicieron sentir tan vulnerable, sus brazos atrapándome entre la pared y su cuerpo, su respiración caliente y sus venas marcadas por lo enojado que estaba.


A pesar de todo y a pesar  de que mis piernas temblaban, una parte de mí, la parte que no estaba asustada, la parte que solo sentía más curiosidad por la manera en que se había comportado Eider, esa parte no podía dejar de pensar en cuál había sido el motivo por el que Eider, el tipo más frío que había conocido en mi vida, se había dado el tiempo de entrar a mi casa y advertirme que me alejara de él y de su familia.


LOS DAGGERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora