14. ¿Me recuerdas?

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¿Han escuchado la frase “Se te subió el muerto”? De niña lo escuchaba constantemente, mi madre usaba esta frase para no decir lo que de verdad me pasaba y que sonara como algo gracioso.



Pero en realidad lo que me pasaba, lo que sufría noche tras noche, era parálisis del sueño. Casi siempre, por no decir todas las noches, despertaba aterrada, sin poderme mover y sin poder articular palabra alguna.




Normalmente, después de que el episodio pasaba, lloraba de terror y era cuando mi madre acudía a mi rescate.
Siendo sincera, no recuerdo cuando comenzó ni cuando terminó.




Supongo que con el paso del tiempo y conforme fui creciendo los episodios comenzaron a desaparecer poco a poco, el tema de mi niñez no se tocaba, fue una etapa difícil en mi vida, aunque no recuerdo mucho.



Lo único que recuerdo es a Rachel, ella fue lo único bueno que obtuve a esa edad. Cómo lo dije, no recuerdo la última vez que me pasó, pero justo ahora lo más traumático de mi vida, volvía a pasar.



Sentía grandes piedras en mis manos y pies que me impedían moverme, sudaba frío y lágrimas rodaban por mis mejillas, quería gritar pero no podía.



Mi mirada estaba hacia el techo y Oliver estaba ahí, era como si estuviera flotando encima de mí, su rostro a unos centímetros del mío. Podía sentir su respiración en mis ojos, podía ver cada facción de su rostro y de su boca escurría sangre que caía en mi frente y se deslizaba hasta mi boca.




Sentía a Rachel a un lado, quería que me ayudara, quería que alejara a Oliver, pero no podía moverme ni gritar. La sangre seguía cayendo en mi frente y boca y se mezclaba con mis lágrimas calientes. Pasaron segundos eternos hasta que fin sentí como si me liberarán, Oliver desapareció y sentí que el alma me volvió al cuerpo.




Tarde unos segundos en entender que ya había pasado, el sudor empapaba mi cuerpo, tuve que hacer uso de todas mis fuerzas para no gritar, volteé a ver a Rachel quien continuaba profundamente dormida.





Me levanté lentamente de la cama y fui hacia el baño, abrí la regadera y me metí a la ducha. Me sentía al borde del precipicio, sosteniéndome con las uñas para no caer, los brazos me dolían de tanto luchar por no caer, mis fuerzas se acababan y dentro de mí sabía que en cualquier momento caería.


Escuche la voz de Rachel fuera del baño.




-¿Quieres que pida algo para desayunar?




Cerré la regadera y me enredé en la toalla.





-Se me antojan Waffles.- le dije abriendo la puerta.





-No tiene servicio a domicilio ahí, ni quieres otra cosa.



-Te juro que lo único que se me antoja comer es eso. – le dije.



-Está bien iré rápido a comprarlos y volveré.




-Gracias, te quiero. – le dije mientras me cambiaba y Rachel salía de la habitación.



En realidad no querría Waffles, solo quería que Rachel saliera para yo poder hacerlo. Me puse un Short y una sudadera rápidamente, y salí. Caminé hasta la casa de enfrente, toque el timbre y espere respuesta, nada.




Golpee la puerta, esperando que me escucharán, y cuando por fin abrieron me sorprendí.




-¿Sheriff? – dije extrañada de que saliera de la casa de los Dagger.- ¿Qué hace aquí?


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