17. Deseo de muerte.

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Eider.

Hace 10 años...

Esa fue la primera vez que odie a alguien con todas mis fuerzas, era un niño de 9 años con el deseo de que alguien muriera.


-Baja del coche.- le dijo a mi madre.






-Niños quédense aquí.- nos dijo al mismo tiempo que bajaba.





-Quiero que subas a mi coche y manejes detrás de mí, si intentas algo les disparó a estos dos.- le dijo apuntándonos con la pistola.




-Henry no hagas esto, solo déjanos ir.- le dijo mi madre.




-¿Dejarlos ir? Te dije que nunca lo haría, yo te amo.- le dijo tomándola del rostro.

Mi madre trató de alejarse, pero la apretó más.


Tome la puerta para Abrirla y bajar.




-Quédate en el auto Eider.- Me dijo mi madre.- quédate con tu hermano.





La mirada de mi madre era de súplica. Quite mi mano de la puerta y voltee hacia Edan.




-Hay que obedecer a mamá.- le dije.



-Sube al carro.- le dijo Henry a mi madre.



La empujó lejos de la puerta y se subió al carro dónde veníamos nosotros. Apunto el otro carro con la pistola para que mi madre subiera en él. Ella obedeció y Henry la alcanzó ya en el carro.

-Si intentas algo, tus hijos se muere. - le volvio a decir.

Las lágrimas de mi madre rodaban por su rostro, Edan apretaba la manga de mi camiseta mientras avanzábamos.

Henry nos miraba por el retrovisor, manejamos por lo que me pareció una eternidad, mi madre venía tras nosotros. Cada vez nos hundíamos más en el bosque, nos detuvimos frente a una cabaña.


-Bajen y entren a la casa.- nos dijo Henry apuntándonos con la pistola a ambos.



-No es necesario que les apuntes con eso, ellos van a obedecer.- le dijo mi madre parándose a un lado de nosotros.


-Son unos malditos mocosos, en especial el más chico, yo voy a hacer lo que quiera.

Entramos a la cabaña, era grande y de dos pisos.



-Siéntate.- le dijo a mi madre.




Obediente se sentó en el sofá. Henry se paró detrás de nosotros y puso una de sus manos sobre mi hombro.

-No verás a tus hijos hasta que yo lo diga, los tres deben aprender modales.




-Por favor. - le dijo mi madre arrodillándose en el piso. - Te lo ruego, no les hagas daño, yo fui la que se equivocó... solo yo.



Sus lágrimas caían al piso. Henry nos soltó y se acercó a mi madre.







-Castígame a mí, yo me equivoqué.- continuó diciendo.


Henry acarició su pelo.





-Querida, es verdad que es tu culpa.- le dijo.




En menos de dos segundo dejo caer su mano con fuerzas contra el rostro de mi madre. Por la fuerza mi madre cayó como contra el piso.



LOS DAGGERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora