11. Quiero despertar.

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Tenía demasiadas llamadas perdidas de Rachel, mensajes y audios gritándome histérica porque me había ido sin ella.
No tenía ganas de hablar, pero tampoco de que viniera a buscarme, sé que soy la peor amiga del mundo, así que le llamé.


R- ¡POR DIOS BETH! ¿Dónde estás? Te llamé cientos de veces, ¿Sabes lo preocupada que estaba?

B- Estoy bien, tenía que despegar mi mente.

R-¿Y no pudiste llamarme?

B- Lo siento.

R- Voy hacia tu casa.

B- No, no vengas Rachel. Te agradezco que quieras estar conmigo, pero necesito estar sola.

R-Beth.

B- Por favor, voy a estar bien.

R- Está bien, te dejaré tranquila por hoy.

B- Gracias.

R- Te juro que si haces algo estúpido voy a mata.... Lo siento no es momento de decir esa palabra.

B- Nos vemos mañana.

R- Descansa.


Al colgar con Rachel pude apreciar el absoluto silencio que había, las calles estaban vacías y a lo lejos solo se escuchaba el sonido de un grillo. Me senté en el sofá apreciando el silencio y la tranquilidad.

El sofá dónde me senté daba directo a la casa de enfrente, la observé como lo había hecho todos estos días. Quería gritar y llorar, quería desahogarme y dejar salir todas las emociones que había está reprimiendo. Alrededor de mi todo estaba en silencio y en paz, pero dentro de mí había demasiado ruido, dentro de mí los recuerdos me atormentaban una y otra vez, dentro de mí gritaba con fuerza hasta quedarme sin aire.




Ese silencio exterior fue interrumpido por un ligero golpe a la puerta, voltee hacia ella, dudando en acercarme, volvieron a golpear y esta vez más fuerte.


-Beth.- dijeron con una voz suave.- abre.



A pesar de que su voz era distinta la reconocí de inmediato. Me puse de pie y fui hacia la puerta.




-¿Qué quieres? - le pregunté.


-Hablar.- contestó Eider desde el otro lado de la puerta.



-¿Sobre Lizzy?


Suspiró cansado.



-No lo olvidarás ¿cierto?




-No.




- Te dire la verdad si me dejas entrar.- me dijo.




Mi lado racional me repetía una y otra vez, "él mató a Lizzy, no puedes dejarlo entrar" pero me sentía tan cansada y devastada que solo quería creer que no era verdad.


Abrí la puerta y lo primero que note fue el aspecto en el que venía, la pelea que había tenido con Edan había dejado sus marcas, tenía un ojo morado, una herida cerca de la ceja y sangraba por la nariz.


-Él quedó peor.- me dijo al notar mi mirada.



Me hice a un lado para dejarlo pasar, cerré la puerta y caminé hacia la sala.




-¿No te duele? - le pregunté refiriéndome a las heridas de su rostro.




-Me he acostumbrado al dolor.- respondió con la voz más melancólica.




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