CAPITULO 7: "Acechando"

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El pelinegro regresa a la cocina, todo avergonzado. ¿Cómo se le ocurrió entrar así sin avisar? Cuando escucho su grito, no dudo por ningún momento para ir hacia ella. Estaba tan preocupado que había olvidado por completo que la pelinegra había dicho que iba a cambiarse. Menos mal que aún llevaba el brasier puesto. Hubiese sido aún más incómodo para ella si llegara a verla desnuda, ¿no? A demás, sería indebido de su parte. Recuerda por unos instantes su espalda desnuda y su hermoso rostro sonrojándose. Su corazón comienza a latir cada vez más rápido, ¿por qué se sentía de esa manera? Rápidamente borra la imagen de su mente moviendo la cabeza de un lado para otro para después mirar entre sus piernas el bulto que poco a poco se hacía más notorio. ¿Solo ha recordado su espalda por unos momentos y sucede esto? ¿Qué diablos pasa con él? No debe pensar en ella de esa manera. Por suerte, un ligero ruido proveniente de su estómago, le recuerda que no ha comido aún. Irritado y decepcionado consigo mismo, se aproxima a la estufa para prenderla y dejar que la comida pudiera calentarse un poco. De seguro también ella deberá tener hambre. Hace unas horas atrás, le había mandado un mensaje diciendo que ya estaba la comida y él no supo que responder, sintió por un momento que estaba molesta, como ahora lo está. ¿Por qué diablos estará enojada con él ahora? ¿Qué hizo mal? ¿La ofendió? ¿Le dijo algo que no debía? ¿En qué momento? Quita la tapa de la olla y nota que es muy poca cantidad.

—Esto no será suficiente para los tres — dice para así dirigirse al refrigerador para buscar que podría usar para hacer más comida, llevándose con la sorpresa de ver muchos recipientes con comida ya preparada. —Es cierto, la señora Higurashi dijo que había dejó preparado algo de comida para nosotros — toma uno de los recipientes, encontrando por suerte el mismo platillo que estaba recalentándose. — Con uno más será suficiente — asegura para cerrar el refrigerador.

—¡Hermana! ¡Ya llegué! — grita desde la entrada el hermano menor de la pelinegra.

—¡Vaya! Ya regresó. ¡Es verdad! — se dice en voz alta el pelinegro para así rápidamente buscar entre su ropa si no tiene alguna mancha de sangre, encontrando unas cuantas manchas debajo del antebrazo y recodando la que tenía debajo del hombro. Se acomoda rápidamente de una manera que pueda evitar que el pequeño pudiera llegar a verlas.

—¡Que bien huele! ¿Qué estás cocinando, hermana? — pregunta el niño mientras se adentra hasta la cocina, pero ella no se encontraba ahí — ¡Eres tú, Isamu! Así que estás aquí en la casa también. ¿Y mi hermana? No me digas que te puso a cocinar a ti.

—No, para nada. Decidí ayudarla un poco en lo que ella iba a su habitación — le asegura con una sonrisa un poco nerviosa.

—¿Está en su habitación? — duda mirando hacia las escaleras — Ya veo. Así que aún se siente incomoda estando contigo y supongo más estando solos.

—¿Es tan obvio que le incomoda mi presencia?

—Si, pero no te lo tomes a mal. No es una razón desagradable ni nada de eso. Es solo que...

—¿Es solo que?

—Solo digamos que le recuerdas mucho a alguien que antes nos visitaba mucho.

—¿Algún amigo lejano? — pregunta el joven, curioso por saber de quien se trataba, aunque él sabia perfectamente de quien estaba hablando.

—Algo así.

—¿Y tu que piensas?

—¿Yo?

—¿También crees que me parezco a esa persona?

—Si te dijera que no, estaría mintiéndote — dice divertido — Solo te diré que el color de sus cabellos y ojos son completamente distintos —le dice sonriente recordando al peli-plateado.

El Deseo de Dos Amantes (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora