Capítulo 8

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Había un proverbio que decía:

- "Si miras mal a una criada, no te darán ni sopa".

Una criada principal de una familia de alto estatus recibiría un buen trato. Por lo que vio Ariel, todas las sirvientas tenían miedo de las palabras de la Doncella Principal.

- "Ah, hola Madam Susan."

Si Ariel fuera una hija normal del marqués, enseguida habría dado órdenes de manera informal a la Doncella Principal de manera cómoda.

Sin embargo, en su casa Ariel era tratada aún menos que una criada. Para ella, la Doncella Principal debía ser considerada con absoluto respeto.

Al percibir que la niña que tenía delante estaba siendo respetuosa, Susan se sintió un poco impresionada por ella.

Porque Susan, que no tenía idea de los antecedentes de Ariel, pensó que esta joven de una casa prestigiosa era muy humilde.

Riéndose suavemente, Susan habló.

- "La señorita puede tratarme cómodamente".

- "No. Todavía tengo muchas cosas que no sé. Más tarde, aprenderé de Madam Susan... No puedo tratarla cómodamente".

Había algo de verdad en las palabras de Ariel. Estaba claro que Ariel tendría mucho que aprender cuando se casara en un futuro próximo. La respuesta de Ariel dio al corazón de Susan una sensación de calidez. La niña que hablaba con voz infantil de querer aprender era digna de elogio y adorable.

- "Muy bien entonces, señorita. Pero excluyéndome, tienes que hablar informalmente con las otras doncellas. ¿Entendido?"

- "Sí, lo haré".

- "Y no me llames Madam Susan, sólo llámame Susan".

Ariel la miró con los ojos muy abiertos.

- "¿De verdad puedo?"

- "No veo por qué no. Es porque quiero que la señorita sea amable conmigo por eso lo pido".

Ante sus amables palabras, las mejillas de Ariel se sonrojaron.

- "Entonces... te llamaré Susan".

Susan sonrió y le ofreció el desayuno a Ariel.

- "Si no te importa, será bueno tener una comida completa. Hoy será un día largo para la señorita".

Ariel asintió con la cabeza y fue recompensada. Se preparó una mesa de cama para que pudiera comer sentada, y Susan colocó su comida encima. De un solo bocado, Ariel se sorprendió con la suave sopa de guisantes con sabor a leche.

- "¡Está deliciosa!"

Ante la reacción infantil de Ariel, Susan soltó una risa complacida.

- "El chef del Gran Duque es un excelente cocinero. Aun así, me alegro de que sea de su gusto".

Ariel nunca había probado algo así. En realidad, sólo pensaba que la sopa debía ser aguada y con ingredientes pobres. Pero esta sopa de guisantes era espesa, y el chef añadió generosamente la crema que la hacía dulce.

Sus mejillas brillaron de placer. Los sabrosos huevos a medio cocer se asociaron con el pan de trigo blanco que se horneó hasta que se doró. Parecía que era un plato sencillo que no requería ninguna habilidad, pero para este gusto, el esfuerzo era el doble o el triple de un plato tan simple.

Al final de la comida de Ariel, Susan comenzó a hablar en voz baja.

- "Dentro de poco, irás a ver a tus padres con el hijo del Gran Duque para pedirle permiso a tu padre para casarte".

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