CAPITULO 9 DECLARACIÒN

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Carla bajó a preparar café en la cafetera, si quería té, puso agua en la tetera, en cuánto estuvo el café y el agua, se dirigió a la biblioteca, tocó y oyó la voz de él pidiéndole que pasara. Carla vió que guardó unos documentos en el cajón donde descubrió el comprobante de domicilio y de inmediato ella le dijo:

— Señor Alexander, quiero confesarle que abrí esos cajones por necesidad, me pedían en el hospital comprobante de domicilio y encontré el documento de propiedad que estaba encima, todo lo demás lo dejé tal cual como lo encontré.

— Si, también de eso me enteré señora Carla, no hay ningún problema ¿Ya está listo nuestro café o té?

— Si, puse a calentar agua y preparé café en la cafetera, ¿Qué le agradaría tomar primero?

— Eso quiere decir que la noche será larga.

— No tengo mucho que contar de mi vida, pero creo que no le agradará.

— Debo saber quien vive aquí en mi casa.

— Claro, está en todo su derecho. Ella quedó mirándolo como se paraba.

— Vallamos pues a ponernos al día de nuestras vidas. 

Llegaron a la gran sala, mientras él se acomodaba, ella llevó en una charola el café, las tasas y el agua con los sobres de té.

Así, empezó Alexander a contarle que se encontraba enfermo por su gusto, ella lo escuchaba muy atenta, se sentía el ambiente muy agradable, Alexander envió a su hija y esposa a un viaje de vacaciones, él las alcanzaría después de un congreso que tenía muy importante, se tenían que ver en Perú, su hija de diez años quería conocer Machu Picchu, él llegó tres días después que ellas, pero le informaron en el hotel que su esposa e hija, no habían regresado del viaje de Cusco, de hecho las estaban buscando junto con ocho personas más desaparecidas, trataron de localizarlo desde el momento que no regresaron al hotel, pero nunca pudieron contactarlo, recordó que su teléfono se averió, tuvo que comprar uno de emergencia.

Durante la búsqueda de las personas, Alexander contrató a los mejores alpinistas, a los dos días de investigación, los alpinistas encontraron ropa de los visitantes, estaban roídas y con sangre, la gran mayoría eran garras de oso, era probable que un oso las haya atacado, a los tres días más, encontraron el oso de peluche que siempre cargaba su hija, a los diez días siguientes encontraron osamentas, las bajaron de las montañas para tomar el ADN, desafortunadamente, salieron positivas, fueron muertas por animales salvajes de esa región, las han de haber agarrado por sorpresa, sobre todo si se salieron de la ruta de los guías.

Alexander sabía que su hija era muy caprichosa, e igual se fue y la han de ver buscado, cayendo en la trampa de los depredadores. Carla sollozó de horror al oír como murieron, el tragaba saliva cada vez que iba platicando, su piel era transparente de solo recordarlo, pero lo peor no tardó, él en la desesperación quiso matarse para estar con ellas, por lo que al regresar al Estados Unidos, no tenía ganas de vivir, fue tomando pequeñas dosis de arsénico, cuando quiso revertir el veneno ya era demasiado tarde, por ello le quedan pocos años de vida, fueron dosis letales medianas, aunque está vivo aún, esto ha dañado todo su organismo.

Cuando terminó de narrar el daño que le causó la muerte de su esposa e hija, Carla le dijo que puede cambiar la sangre, no es un trabajo fácil pero retardará la muerte, Alexander le dijo que es lo que le están haciendo, transfusiones de sangre, pero así como entra la nueva se envenena, Carla por empatía lo abrazó, lloraron los dos juntos por varios minutos. Ya no había más que hacer, solo esperar la muerte.

LA SOMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora