Capítulo 37

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Diciembre 14, 2016

DANIELA POV:

Con los brazos cruzados, los ojos cerrados y la mente despejada comencé a recitar el conjuro.

—Spiritus meus in inferis viveret travels hodie. Quod si non revertetur: et animam perdidit in favilla ad inferos. Descensum —abrí los ojos: me picaban demasiado. Grande fue mi asombro cuando me vi a mí misma tirada en el suelo.

Había logrado dividir mi alma y cuerpo, se sentía genial, aunque aquello solo era el inicio del viaje al más allá. En menos de un segundo, apareció inexplicablemente una densa neblina alrededor de mi cuerpo y al cabo de otro segundo o dos mi alma descendió rápidamente al inframundo. Conforme bajaba, en mi estómago se formaba esa sensación de vacío que sentimos todos cuando caemos de una gran altura.

Dejé de sentir la sensación de vacío, ahora no sentía nada más que un eterno agujero en todo mi ser. Un instante de eterna soledad, seguido de una cegadora luz brillante. Pero a pesar de ello, aún me sentía vacía. Eran sensaciones difíciles de poner en palabras. Una capa de vapor comenzó a emanar de mi alrededor conforme la intensidad de la luz se iba apagando. El vapor comenzó a tomar la forma, muy para mi sorpresa, de los muebles de mi habitación y mi cuarto entero.

Tome conciencia de en donde estaba a los segundos.

—Es mi cuarto ¿Qué rayos hago aquí? —salí de mi habitación. Todo en el pasillo estaba tal cual lo había dejado esta tarde para ir al baile.

—Ashi eshta, sha shegou —escuché susurros cerca de mí.

—¿Hay alguien aquí? ¿Mamá, papá, son ustedes? —pregunté mientras abría la puerta de su habitación. Estaba vacía, sin señal de ellos.

—Vesh posh aquii —giré de inmediato al escuchar de nuevo los susurros, que provenían ahora detrás de mí.

—¿Hola? ¿Mateo, eres tú? Dime, por favor, que eres tú —caminé de vuelta al pasillo rogando que fuese él, pero tampoco había nadie ahí. No había nadie en mi maldita casa.

—No —sollocé mientras temblorosamente me tocaba la sien— No de nuevo, por favor.

—Eshta aquí, fino al fin —al escucharlo de nuevo, bajé corriendo las escaleras y salí de mi casa a prisa, pero fui emboscada en el frontis por varias personas.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? —pregunté atemorizada.

Ninguno decía nada, ninguno se movía, ninguno respiraba. Ninguno parecía estar con vida.

—Ashudame, por favorsh.

—Fen a mi.

—Callense, callense, CALLENSE —grité desesperada tapando mis oídos con ambas manos.

—Fen por ashquí.

—Ashquí.

—Fen.

No aguanté más los ruidos en mi cabeza y opté por salir huyendo del lugar.

—Matafnosh.

—¡No! —las personas me seguían también, los susurros no cesaban, me agobiaban demasiado.

—Sha sabes que hacersh, matafnosh, ahora —tropecé con una piedra y caí de bruces al suelo. Me había raspado la rodilla, comenzó a arder. No se comparaba con el dolor que siento por escuchar las mentes de los demás.

Las personas me habían alcanzado, estaban delante de mí, rodeándome en un círculo. Había escuchado bien sus peticiones,

—Vafmosh, ashudanos.

Las 7 Maravillas: El ComienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora