𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐜𝐢𝐚𝐥: ¿𝐐𝐮é 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞 𝐝𝐞 𝐫𝐞𝐥𝐚𝐜𝐢ó𝐧 𝐬𝐨𝐦𝐨𝐬?

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Tuve la sensación que había dormido por años, como La Bella durmiente

A pesar de ello, sentía todo mi cuerpo adolorido y engarrotado, similar a cuando dormías en una mala postura y no la hubiera cambiado durante todo ese tiempo. Mi mente era un caos, me costaba pensar y estaba muy aturdido; dentro de mi cabeza los colores se arremolinaban como violentos tornados que chocaban entre sí, combinando y dando la bienvenida a nuevas tonalidades. Era una sensación vívida, demasiado realista para saber que estaba vivo o despierto. La mezcla de la belleza y lo terrible, una mezcla tan estrafalaria como lo era la furgoneta de Irma con ese color tan espantoso.

Sentía el miedo y la impaciencia en mi cuerpo, dos componentes que me alteraban porque me recordaban que la sensación de una pesadilla era dejarte inquieto. En la oscuridad de mi imaginación los ojos rojos se agolpaban en grandes grupos, observándome de manera inquisitiva y relamiéndose para ver quién daba el primer paso para morder mi carne y descubrir su sabor; uno diferente, único.

Pese a ello, las bestias eran el menor de mis frustraciones. 

Mi molestia se hallaba en la nitidez de este sueño que esta viviendo, tras tocar la mano que efectuaba la decisión de mi deseo; el último. Era demasiado realista, y sin razón aparente los olores me golpearon con gentileza en la nariz mientras me recordaban el olor de la miel y la menta. El olor de ellos, mis amores. Únicos y perfectos, mis ángeles de la guarda que velaban por mí para que los demonios me dejaran completamente en paz.

Lamenté mucho haber sido tan egoísta con mi decisión final, aquella que acabaría arrojándola al sótano de mi psique para no recordarla nunca más. Incluso pude sentir un agresivo estado de alerta haciendo a mi cuerpo temblar abruptamente, hasta que varias manos cálidas me tocaban el la piel de algunas partes de mi cuerpo.

¿Era una pesadilla? ¿En este lugar? ¿Cómo era posible eso, si creí que mi elección desencadenaría un final feliz, el que creí merecer después de tanto sufrimiento?

Cerré los ojos con más fuerza, sintiendo una ligera punzada en mis ojos que me hicieron ahogar un gemido. Y las manos me acariciaron con la misma gentileza que las plumas del pájaro más mullido del mundo, ofreciéndome el mismo calor que una manta eléctrica. Eran tan realista estas emociones que temí abrir los ojos y ver completa oscuridad, aquella que me recordaba que jamás volvería a ver a Ulick y a Adam. Los quería; los amaba. A ambos. Muy intensamente.

En cuanto abrí los ojos, lo primero que vi era el oscuro techo de una habitación oculta en la penumbra. El tragaluz del techo me respondió a la pregunta de dónde estaba; en mi habitación. ¿Por qué soñaba con mi habitación? Creí haber tocado sus manos en aquel bosque, el cual ahora mismo desaparecía de mi mente hasta quedar un espacio en blanco, un lienzo límpido que no tenía ningún color.

Después sentir el calor en mis dos brazos y mi cabeza se movió hacia mi tronco, observando dos cuerpos a mis laterales mientras los alientos me golpeaban en las zonas del cuello y el pecho. ¿Entonces estaba en el paraíso? ¿Por qué mi paraje perfecto tenía que ser mi cuarto? Si por mi fuera, hubiera elegido un bosque, o aquel lugar precioso que me llevó Ulick, donde me pidió que fuera su pareja y cerráramos juntos el candado de nuestra unión. Ese hermoso prado con cientos de flores, altas montañas y bosques flanqueando el perímetro.

—Estoy muerto... —susurré—. Y confuso.

Escuché un gruñido de Ulick, seguido de un gemido de Adam. Ambos me estaban abrazando por los brazos, enlazando sus piernas con las mías, como si temieran que me fuera volando a algún lugar como un globo perdido. Desde luego, tenía que admitir que estas falsas ilusiones eran de lo más realistas: El calor, el contacto de la piel, el olor, el aliento... Era una hermosa forma de que mi cerebro me engañara a mí mismo

𝕯 e s e i   [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora