20. 𝙴𝚖𝚙𝚎𝚌𝚎𝚖𝚘𝚜 𝚙𝚘𝚛 𝚎𝚕 𝚙𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚙𝚒𝚘...

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Hay momentos en los que la vida te plantea que tomes una elección en algún momento de tu existencia. A veces, incluso, lo hace más de seguido y no tienes tiempo a darle demasiadas vueltas, porque lo consideras difíciles. El problema es cuando tus elecciones iban ligadas a cosas del pasado, a advertencias o comentarios de otras personas. 

Se suponía que podía elegir, tomar el timón de esta vida que llevaba, pero era consciente de que todas mis acciones acababan tomando un cariz diferente al esperado. Sobre todo porque, al parecer, todas mis decisiones conllevaban a sufrir consecuencias tanta a corto como a largo plazo. Era como si alguien, entre las sombras, presionara lo suficiente para ponerme constantemente en jaque y yo tuviera unos pocos segundos para reaccionar. 

Al menos esa era mi sensación pasados unos días.

Ahora mismo, bajo mi poder, tenía dos objetos por parte de dos chicos  que quería tener a mi lado. Mi mente se preguntaba si era posible volver a repetir lo que hice tiempo atrás, cuando Noah y Ulick intentaban conseguirme; ahora las cosas eran distintas, sobre todo porque Ulick ya no estaba conmigo físicamente y, aunque eso me doliera cada vez que pensaba en su ausencia, aquellas luciérnagas durante la luna llena me hicieron pensar que, a lo mejor, no se había marchado totalmente de mi vida.


Por un lado estaba Adam: Era muy cálido y poco a poco había dejado una marca en mi pecho. Me sonreía constantemente cuando me sentía mal, me abrazaba cuando presentía que me estaba rompiendo, sanó mis heridas más profundas sin que yo se lo pidiera, y sobre todo le plantó cara a Ethan. ¡A Ethan, que era tan intimidante como un animal rabioso! Desde luego que valor no le faltaba. 

Además, también era un cambiante como yo y pertenecía a la misma tribu que Eddy. Teníamos más en común que cualquiera, además de que me regaló un objeto valioso, una de sus plumas en modo de colgante.

Y por otro lado Ulick: Ese chico enorme, libidinoso y desvergonzado que nunca dejaba de sorprenderme cada día con su buen humor y sus gestos. Besos que paraban el tiempo, caricias que me estremecen la piel, miradas que me arrancaban hasta el alma... Todo él era una explosión de emociones, incluso el más mínimo contacto era un efluvio que me tentaba a dejarme llevar por aquel huracán de emociones intensas. 

Era mi novio, aunque llevara meses desaparecido sin dar ninguna señal, y en mi dedo aún seguía llevando el anillo que no dudaba en girar cuando pensaba en él en silencio. Sorprendentemente Adam nunca puso una mala cara y mucho menos intentó dejarme caer que me lo quitara, aquel gesto tan amable hizo en mí que el recuerdo de Ulick nunca se fuera de mi lado. Aunque doliera, aunque me entraran ganas de llorar por no poder tocarlo, aunque quisiera salir corriendo en su búsqueda pese a que jamás lo encontrara. 

Ulick me amaba y yo también, pero también Adam y yo comenzamos a experimentar algo desde aquella noche en la que me salvó de morir ahogado.

Ulick me amaba y yo también, pero también Adam y yo comenzamos a experimentar algo desde aquella noche en la que me salvó de morir ahogado

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—Elijah.... —susurró Adam tras de mí mientras me abrazaba por la espalda, con delicadeza —Vuelves a pensar en cosas tristes —añadió mientras sus labios me acariciaban la mandíbula con tanta suavidad que temía que piel pasara del aterciopelado contacto a la dureza de una lija.

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