16. 𝙽𝚘 𝚝𝚎 𝚊𝚍𝚎𝚕𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜.

89 15 0
                                    

En cuanto llegamos a casa, Adam, me dejó en el suelo mientras su esencia color miel se removía como dulces olas en un mar en calma. Se presentaba sereno, aunque ambos sintiéramos el aroma de Eddy en la cocina mientras se hacía un poco de carne. 

Nada más cerró la puerta reparó en nosotros con una expresión entre seria y evasiva.

Mi padre necesitaba tiempo para comprender la situación de los hechos: Yo había descubierto que no era humano y en más de una ocasión me vio convertido en un animal, Adam no iba a marcharse y eso parecía inquietarlo, mis miradas eran la clara señal de que estaba enfadado con él y los gruñidos al intentar hablarme eran la prueba irrefutable.

Pero sobre todo había un detalle más, uno que no reparé hasta la cena, y era que todo había cambiado en mi vida: Era demasiado joven e inexperto para saber la magnitud de estos cambios.


—Que sepa que es un cambiante, no quiere decir que tenga que dejar de ir a clase —reprochó Eddy a Adam, quien calentaba en la sartén parte de un pollo ya empezado—. Es joven, a penas tiene dieciocho años.

—Ed, no es tan fácil —respondió Adam con gesto calmado, aunque sin mirarlo—. Elijah tendrá que aprender rápido.

—¡Lo sé, lo sé! —levantó ambas manos para que él no dijera nada—. ¡La estúpida guerra entre tribus! —chasqueó la lengua con gesto molesto y volvió a coger sus cubiertos—. Y todo porque a Bullet le dio por rizar más el rizo. ¿Es que no era mejor que las cosas se quedaran como las tenía planeadas desde el principio?

¡Eddy! —le grité a modo de ladrido.

Su suspiro fue pesado y pasó de mirarme a mí a volver a centrarse en Adam, quien ya había terminado de cocinar. Sin embargo se quedó con el plato hondo en la mano mientras me observaba, negó con la cabeza y cogió un plato más pequeño. Rápidamente cortó un trozo de pechuga, lo hizo a tacos y dejó el plato en el suelo. Fue inevitable que le mirara de malas formas por ello.

—Lo siento, pero no sabes cambiar a voluntad —se defendió y se marchó a su silla.

Esto de ser un cambiante primerizo era un asco. ¡Ni cuarenta y ocho horas habían pasado! Y ya estaba odiando esta nueva faceta de mi vida, aunándolo con esta forma de comer que me resultó insultante. Era como si yo mismo me hubiera convertido en esclavo del destino, rogándole que me diera de comer de la forma más inhumana posible; como por ejemplo comer en el suelo, al igual que un animal doméstico.

¡Qué frustrante!

La cena fue bastante turbulenta, tanto que en más de una ocasión Eddy hizo ademán de marcharse de su asiento. Quizás la situación le superaba y a duras penas le habíamos dado tiempo a que asimilara muchas de las cosas que estaban a la vista, como por ejemplo ver a su hijo transformado en un perro y que comía en el suelo. Claramente a mí esta situación también me chirrió en exceso, pero Adam tenía toda la razón cuando insistía en que no sabía cambiar fácilmente. 

Tuve que hacer de tripas corazón para soportar el momento, tragarme el orgullo y recordarme que así será mientras no supiera cómo cambiar. Iba a ser difícil. Había pasado tan poco tiempo transformado que, si Adam tenía razón en lo que dijo, mis emociones deberían de ser intensas para crear un cambio abrupto. 

¿Pero cómo? ¿Qué clase de sentimientos tendrían que salir de mí para volver a ser humano?

Aunque le diera vueltas, a la vez que andaba de un lado a otro de la casa, no tendría respuesta por parte de nadie. Eddy se pasó rato de la conversación hablándole a Adam de malas formas: Que era culpa de su familia, que yo tenía que acabar mis estudios, que ahora se sentía mal porque no podría cursar la universidad, que él sabía que esto iba a terminar mal por permitir que me juntara con seres sobrenaturales... Ataques y más ataques.

𝕯 e s e i   [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora