Oscuridad y perdición.
No recordaba el momento en el que mis ojos se cerraron, y tampoco me sentía especialmente cansado para llegar a este punto en concreto. La oscuridad fue lo primero que me hizo ser —en cierto modo— consciente de que no estaba «despierto». También lo fue mi idea de mover mi cuerpo, el cual no respondió a dicha orden. Entonces, ¿estaba soñando? No podía asegurarlo, pero me sentía tan desolado... Estaba, ahora mismo, tan perdido...
Después de intentar moverme la oscuridad dio paso a una luz cegadora, lo que me hizo pensar que estaba en un hospital con su respectiva luz fría, enfocándome la cara de aquella forma tan insistente que terminabas por odiarla. Pero no fue así. En realidad me situaba en la casa secundaria de Eddy, aquella que siempre dijo de llevarme pero que nunca lo cumplió.
Como nunca la había visto, era obvio que mi mente no podría recrearla con cierta exactitud, pero la representó como una agradable casa rural de madera oscura y alegres flores a su alrededor. Podía vislumbrar la puerta de color beige que me invitaba a entrar, las ventanas despejadas y flanqueadas por las claras cortinas blancas, lisas; y sobre todo la entrada con dos macetas llena de girasoles. A decir verdad, no era muy fan de esas plantas, ni siquiera tuve la oportunidad de cultivar uno, pero en este sueño casi parecía que me obligaba a verlos por doquier, porque todas las casas tenían cientos de ellos.
Algunos eran de la clase pistache —con pétalos de varios colores entremezclados—, otros de la clase astronauta —un nombre curioso, teniendo en cuenta que sólo tenía los pétalos de un tono vainilla— y el que era conocido como teddy bear, el cual más bien se le asemejaba a tener la misma apariencia que un diente de león pero a una escala mucho mayor.
No fue hasta que vi la figura de Ulick frente a la casa, aprovechando que miraba a mi alrededor con total desconcierto, y quizás una pizca de temor. En su rostro una amplia y deslumbrante sonrisa se remarcaba en su perfecta piel, sosteniendo entre sus manos un buen puñado de girasoles de color rojo intenso.
El girasol, una flor muy popular y casi siempre adorada por los niños significaba felicidad, admiración y vitalidad, pero también amor. Amor puro, un sentimiento brillante y cálido como recordaba al sentir sus manos sobre mi piel. Sin embargo esos girasoles eran demasiado rojos, tanto que cuando me fijé en ellos mi rostro adoptó una expresión de absoluto terror: Estaban bañados en sangre.
Sentí un escalofrío y volví a mirar a Ulick, quien seguía impávido como una escultura. El viento se levantó ligeramente, pero ni su cabello ni sus prendas se movieron del sitio. Era como si se hubiera congelado en el tiempo y el movimiento no existiera en esa dimensión en la que se encontraba. Del escalofrío pasé a sentir una pronunciada y creciente ansiedad.
Los grandes y gruesos jarrones de girasoles estallaron, haciendo que los pedazos volaran por los aires y cubrieran las calles de tierra negra, seca y muerta. Yo tuve que cubrirme la cara para no sufrir ningún daño en la zona, y cuando mis ojos volvieron a mirar a Ulick, estaba clavado en la puerta de la casa con cientos de enredaderas cubriendo su cuerpo, incrustando sus espinas por su piel mientras él seguía manteniendo aquella inmortal sonrisa.
Dejó de transmitirme calor y en su lugar me ofreció una exageradísima mueca de dolor, sensación que él no expresaba pero que yo intuía por lo que estaba viendo.
Tierra quemada, flores y Ulick muerto. ¿Dónde estaban los cadáveres y el humo que siempre contaba como patrón de mis pesadillas?
Mi pregunta no tardó en ser respondida, porque en cuanto me acerqué a la casa encontré detrás de los muros de piedra varios lobos muertos, todos de diferente tamaño y pelaje. Fue imposible no contener el tormento de imaginar que todos ellos eran de la familia de Ulick. Luego llegó el humo, esta vez azul marino, transformándose una fantasmagórica niebla que encerraba el perímetro y con ello mi visibilidad por los alrededores quedó negada.
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𝕯 e s e i [2]
Manusia Serigala【Libro II completo】 Aunque las cosas parezcan calmadas nunca hay que bajar la guardia, porque en cuanto menos te los esperes todos tus deseos se transformarán en pesadillas. No importa que la guerra no llegue; eso quiere decir que aún hay problemas...