26. 𝙽𝚘 𝚒𝚖𝚙𝚘𝚛𝚝𝚊 𝚎𝚕 𝚙𝚛𝚎𝚌𝚒𝚘.

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Tu vida da tantas vueltas que, cuando quieres darte cuenta, a veces acabas cabeza abajo en esta noria que parece no detenerse nunca, entre los cubículos. Das vueltas con algo de miedo, llegas a lo alto y sientes que eres invencible, y cuando llegas al suelo a lo mejor te estampas. Ahora mismo me sentía en un punto intermedio con Irma: Sabía que jugar con ella no era lo mismo que hacerlo con Adam, porque la peliblanca era mucho más astuta. 

—Muy bien —asintió adoptando una posición interesada—. Pero antes que nada vamos a hacer las cosas bien, así que te informaré de todo lo que hay que hacer.

—Me da igual —inspiré aire e hinché el pecho—. No importa el precio, siempre y cuando eso me ayude a encontrarle.

—¿Y Adam? —alzó ambas cejas y le miró con curiosidad, como si mi decisión no tuviera nada que ver con él.

Al girar para verle vi como ladeó la cabeza y miró en un punto aleatorio del suelo; tenía los labios apretados, el ceño fruncido y los ojos ligeramente oscurecidos. Verlo así me hizo sentir bastante mal conmigo mismo, sobre todo porque cuando hablaba de Ulick lo hacía con intensidad. De todos modos no era un secreto que yo le amaba incondicionalmente, sobre todo porque fue con él quien elegí juntarme. Adam fue, en cierto modo, alguien que llegó en el momento más inesperado de mi vida.

No podía darle una patada como si nada hubiera pasado, porque ambos sentíamos algo dentro de nosotros. Y, además, no lo merecía. Fue exageradamente bueno conmigo.

—Se quedará conmigo —respondí sin pensar, lo que hizo que el ojiazul me clavara su mirada con un brillo que, posiblemente, destilaba emoción—. No puedo sacarle ahora de mi vida, no ahora que... —murmuré mientras llevaba la mano al colgante, apretándolo suavemente— No ahora que sé el daño que podría causarle.

—¿Te vas a quedar con los dos? —se carcajeó brevemente y yo la asesiné con la mirada—. Qué egoísta... —añadió mientras esbozaba una sonrisa que mostraba un gran aire lujurioso. Después reparó en Adam de nuevo y se acercó a él, dándole una palmadita en el hombro—. ¿Crees qué podrás enseñarle las costumbres de la poligamia?

—No lo sé... —murmuró mientras volvió a dirigir su mirada en el suelo, mostrándose serio y pensativo— No todo el mundo vale para eso y, además, sólo hay un candado para aferrarse durante la guerra.

Caminé hasta Adam, aun apretando el collar con su pluma en la mano derecha y le observé con detenimiento. No podía llegar a imaginar lo difícil que sería para él ayudarme, en esto, cuando las cosas se estaban enredando irremediablemente. Pese a ello, con la mano libre la coloqué en su barbilla para que me mirara, clavando mis ojos en los suyos.

—Adam —le llamé suavemente y el chico sonrió un tanto nervioso—. Tú me diste esto, y me dijiste que era una petición para que no te sacara de mi vida. Y no quiero —me senté en su pierna sin dejar de sujetarle—. Has ayudado a sanarme, me has enseñado cosas que jamás me mostraría Eddy y... —mordí mi labio inferior con un poco de fuerza, dudando de si debía de confesarle que también me gustaba.

—¿Y? —sus ojos brillaron tanto, esperando esa respuesta que aún no había salido de mis labios, que cambiaron de color y me arrancó una sonrisa de lado.

—Y aún tienes mucho que enseñarme —solté mientras me apartaba de su cuerpo, adjuntando un suspiro hasta darle la espalda a ambos.

Idiota, cobarde. ¡¿Por qué no le has dicho que te está gustando mucho?!, pensé inconscientemente. Pero estaba tan frustrado que no quise aceptar la posibilidad de que Adam me escuchara, porque en estos momentos necesitaba deshilachar todos y cada uno de los nudos que me estaban atrapando en mi vida.

𝕯 e s e i   [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora