17| Cazadores

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Valentina Copper.

— ¡Debemos escaparnos del país!.— gritó Hannah alterada captando la atención de todos.

— Maldita sea, vamos a morir.— murmuró Daisy al mismo tiempo que se tomaba su cabello.— No pueden protegernos, lamento decirlo pero ninguno de nosotros saldrá vivo de esto.

— Daisy, cierra tu boca.— intervino Samantha.

— Deja de ser tan lamentable y acepta tu maldita realidad Sam, estamos acercándonos a una muerte segura así que por una vez deja tu amor por Pierce a un lado y presta atención a lo que tenemos enfrente.— soltó Dai y Samantha estrelló su puño contra su mejilla.

¿Qué demonios?.

Tomé una almohada que estaba a mi lado para lanzarla directo a la cabeza de Samantha quien se volteó para observarme molesta, se apresuró en alcanzarme para finalmente tomarme por el cuello.

— Tengo miedo... Valentina, tengo miedo a morir.— susurró.

— Morirás de todos modos, nadie puede salvarnos, ni siquiera nosotras podemos ayudarnos.— respondió Hannah luego de darle un sorbo a su botella de alcohol.

— Tienen que tranquilizarse, no llegaremos a ningún lado si todas estamos alteradas.— murmuré intentando aligerar el ambiente.

— ¿Creés que es un buen momento para decir eso? ¡Nos quieren sacar las tripas!.— chilló Daisy.

— El miedo hace cobarde a las personas.

— Somos unas miedosas, no todas tenemos un instinto suicida como tú.— dijo sacándome una sonrisa amarga.

— ¿Acaso estás buscando alguien para desahogarte? Lamento decirte que no estoy dispuesta a escuchar tus idioteces por más tiempo, tengo cosas más importantes que hacer como ayudar a los chicos e intentar salvarnos el culo.

Antes de que ella pudiera responder salí de la habitación en la cual nos encontrábamos y caminé por el pasillo que me llevaría a la oficina de Alex, las personas que pasaban por mi lado apenas se percataban de mi presencia ya que estaban más preocupados por cargar sus armas y cubrir el edificio antes que chocar con alguien en el pasillo.

Estábamos jodidos y yo lo sabía, quería ser útil pero tampoco sabía qué se supone que debo hacer en un momento así; jamás pensé que me encontraría en una situación como esta. Si alguien me hubiera dicho que estas serían las consecuencias de amar a Alex Collins hace tres años seguramente me habría reído hasta que me doliera la panza, pero ahora podía creerlo.

No entendía qué pasaba por mi mente al aceptar que ellos se imvolucraran en este negocio, se supone que las preocupaciones de unos chicos a los diecisiete años deben basarse en aprobar los exámenes, asistir a la universidad de sus sueños y disfrutar de su adolescencia tanto como les fuera posible. Sin embargo, ellos al igual que yo no tuvieron una vida fácil y las personas como nosotros suelen tomar los caminos más peligrosos con tal de sentirse vivos.

Alex era una persona que estaba caminando en el borde de un abismo, yo podía verlo pero a pesar de que intentará acercarme me era imposible. Sabía muy bien que si él caía al vacío no habría vuelta atrás y ni siquiera yo podría ayudarlo a regresar, pero incluso mis gritos se volvían lejanos e inaudibles. Él estaba cambiando para protegerme, Alex comenzaba a aceptar el monstruo que habitaba en su interior sin importarle la montaña de cadáveres que se formaría al final.

Toqué dos veces la puerta y escuché el sonido de algo caer al suelo, me asomé por la misma para observar las botellas de alcohol que estaban dispersas en el suelo junto a algunos papeles. Las miradas de los chicos cayeron sobre mi y negaron con la cabeza indicándome que no era un terreno seguro, pero ingresé de todos modos porque quería ayudarlos.

Pequeño Demonio: Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora