PRÓLOGO

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Los años pasaron y ellos jamás regresaron, las esperanzas que alguna vez la consolaron desaparecieron al igual que el deseo de verlos. Alex Collins era una etapa que ella había superado, dos años le bastaron para amarse a sí misma y creer en ella.

Él parecía haber desaparecido del planeta.

Las cosas que solían gustarle le resultaron ridículas al igual que esas lágrimas que derramó por un hombre que jamás la amó porque se había convencido de que si en verdad la amaba como solía decirle jamás la habría dejado sin dirigirle palabra alguna.

Sus ojos azules cayeron en el pequeño bebé que estaba frente a ella sonriéndole y le devolvió el gesto, su prima Becca estaba abrazando a su hijo mientras que ella le hacía caras graciosas al pequeño causando que se riera.

— Si me dijeras que tienes diecinueve años jamás te creería.— confesó la chica divertida.— Está bien que seas la madrina de mi hijo pero jamás creí que te pondrías al nivel de un niño para hacerlo reír.

— Oh cállate.— respondió divertida.— Tienes un bebé precioso y él lo sabe.

— Claramente es precioso, después de todo es mi hijo.

— Tu madre es una tonta egocéntrica, lo lamento.— dijo Valentina guiñandole un ojo al pequeño que rió.

— Te adora, creo que eres el único humano al cual quiere además de mi madre y yo.— comentó Becca mientras observaba a la camarera que se acercaba a ellas.

— Cualquier persona que me conociera acabaría queriéndome.

Luego de emitir aquellas palabras frunció el ceño con confusión, estaba segura que hace dos años le habría parecido imposible el emitir aquella frase pero ahora lo decía segura. Sí, le gustaba cómo sonaba.

Observó a la camarera que venía con su pedido, comenzó a servir las cosas sobre la mesa y cuando estuvo por tomar el vaso se resbaló de su mano, Valentina intentó atraparlo al mismo tiempo que ella por lo que el vidrio acabó rompiéndose en la mano de ambas.

— Auch.— susurró Valentina viendo la sangre que caía al suelo.

— ¡Lo siento!¡En verdad lo lamento!.— gritó la camarera totalmente avergonzada.

— No te preocupes.— respondió la castaña negando con la cabeza y observó una gota de sangre por parte de la mujer que cayó en su mano.— ¿Te encuentras bien?.

— Sí, no me di cuenta que el vaso estaba rasgado por lo que al tomarlo estuvo cerca de partirse y yo...— Valentina la interrumpió.

— Lo mejor será que visites un hospital o te tomes un descanso para sacarte los trozos de vidrio.

Se puso de pie y con una sonrisa observó a la mujer que se encontraba sonrojada por la vergüenza.

— No podías prevenirlo.— murmuró.— Ya vuelvo, Becca.

— Está bien.

Valentina ingresó al baño de la cafetería y lavó sus manos, hizo una mueca de dolor al sentir el ardor proveniente de su herida y luego de secarla observó su reflejo en el espejo.

Su cabello castaño le llegaba sobre el pecho ya que se había acostumbrado a cortarlo, una camisa floreada contrastaba con el Jean negro que estaba usando y las zapatillas. Se había maquillado ya que venía de la universidad, la puerta del baño se abrió dejando ver a la camarera quien le ofreció vendas para su herida.

«Sufrí cosas peores» pensó.

Pero ella no sabía que dentro de dos meses su vida se volvería un caos nuevamente, tal como lo fue a sus diecisiete años.

~○~

HISTORIA PUBLICADA: 03/05/2019.

Gracias por leer ❤.

Pequeño Demonio: Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora