28| Momentos Felices

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Valentina Copper.

Tragué saliva en un débil intento por mantenerle la mirada a mi padre quien estaba frente a mi con los brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido en busca de alguna respuesta; había repasado mi mentira pero aún así me sentía incapaz de hacérsela creer a él. Thomas y los chicos se aseguraron de enseñarme lo que debía decir para que la policía y mi padre no descubrieran su negocio, pero él era mi padre y conocía mis expresiones.

Hombros relajados, mentón en alto y mirada inexpresiva. No dejes que ninguna emoción pase por tu mente en ese momento.

Las palabras de Alex llegaron a mi mente como una brisa fresca que me ayudó a relajarme, observé los ojos azules de mi padre para luego soltar un suspiro que daría comienzo a mi gran mentira. No quería hacerlo, nadie quiere mentirle a sus padres pero hay veces en las que nos vemos obligados a hacerlo... Porque sabemos que no soportarían la verdad.

— Alex me propuso matrimonio esa noche, yo había recibido algunas amenazas de Simon luego de encontrármelo en un club pero no creí que sería capaz de hacer algo tan grave como intentar matarme.— dije fingiendo pesadez.— Es decir, ¿Tú creerías algo como eso? Se ve tan irreal que lo único que pensé fue que tal vez necesitaba ayuda psicológica.

» Sin embargo, aquella noche nosotros dos habíamos planeado vernos con antelación y él lo descubrió. Cuando llegué al lugar sola me encontré con Simon quien venía acompañado por un grupo de hombres, mi primer instinto fue correr y esconderme pero entonces ellos me atraparon y golpearon causando que perdiera la consciencia. Al despertar, sólo pude ver a Alex a mi lado junto a los chicos quienes quisieron ayudarlo con los preparativos y todos ellos estaban heridos.

— Hija.— me interrumpió.— Thomas me contó lo que pasó cuando ellos llegaron y la policía no se sorprendió de escuchar una acusación como esa contra Simon Maxwell, después de todo él tenía muchas denuncias hechas de hace años pero no fue hasta ahora que lo investigaron.

— ¿Entonces?.

— ¿Por qué no me llamaste cuando recibiste esas amenazas?.—preguntó sin diversión y una parte de mi se relajó.

— No quería traerte más problemas papá, te cause muchos inconvenientes en el momento que me uní a la familia y cuando los chicos se fueron.—respondí con honestidad.— Supongo que quieor crecer y resolver las cosas por mi cuenta, aunque suene estúpido hablando de un tema como este.

— Lo es, soy tu padre, Valentina.— su voz se afirmó.— Y eso significa que siempre que estés en problemas debes llamarme para que te ayude, eso hacen los padres.

— Tenía a Thomas y los chicos.— dije nerviosa.— Alex jamás dejaría que algo malo me pase.

— Es por eso que deben llamarme, no pueden sacrificarse el uno al otro para sobrevivir.— respondió entre gruñidos.— No quiero que vuelvas a pasar por esto, no me importa lo que deba hacer para evitar que estés en riesgo. Incluso si debemos irnos de Los Ángeles o debo apartarte de algunas personas, lo haré.

— No puedes hacerlo, tengo diecinueve años y ya no soy una niña.

— Soy capaz de todo por mis hijos.— finalizó al ponerse de pie y lo seguí con la mirada.— Los policías decidieron que primero hables conmigo ya que tu estado mental es muy delicado después de un atentado como ese.

— ¿Iré a terapia otra vez?.— aunque no lo quise, mí voz sonó nostálgica casi dolorosa.

— Sí.

Mi padre se desvaneció detrás de la puerta y bajé la mirada a mis manos, mis ojos comenzaron a picar por el llanto que se avecinaba pero no podía soltarlo, había cuatro cámaras apuntando en mi dirección. Miré mis dedos los cuales estaban vendados y solté un suspiro antes de que la puerta se abriera otra vez dejándome ver a Thomas quien sonrió.

Pequeño Demonio: Caos ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora