Valentina Copper.
Mi pequeño cuerpo infantil temblaba debido a la fiebre mientras que yo intentaba acomodarme en el sillón de la sala, me volteé hacía la derecha y caí al suelo, comencé a arrastrarme por el mismo e intenté llamar a mi madre o a mi padre pero ninguno respondió.
— ¡Mamá! ¡Papá! ¡Thomas!.
No había respuesta.
Mi cuerpo desobedeció las órdenes de mi cerebro y comencé a convulsionar sin desearlo, los ojos se me cubrieron por lágrimas mientras que perdía el control de mí persona. Estaba sola y asustada, era una niña indefensa.
¿Dónde estaba mi hermano y mi padre? Ellos se fueron. ¿Y mi madre? Ella también se fue.
Los gritos salieron como rugidos de un animal antes de morir, eran fuertes y feroces, yo quería vivir pero nadie me ayudaba a hacerlo. Sentí cómo los latidos de mi corazón se aceleraban al mismo tiempo que mi respiración se volvía inestable.
— Mami...— susurré entre lágrimas.— Por favor, que alguien me ayude.
En ese momento vi las luces azules iluminando las ventanas y dos policías aparecieron frente a mi, ambos sujetos patearon la puerta y al verme no dudaron en llamar a una ambulancia; nuestros vecinos los habían llamado debido a mis gritos.
— Estarás bien pequeña, quédate conmigo.— murmuró uno de ellos y mi llanto aumentó.
No vino mi madre, tampoco mi padre ni mi hermano, vinieron unos policías los cuales desconocía sus nombres. Nadie me salvó, yo misma grité por ayuda cuando supe que moriría.
Me senté en la cama de un salto para observar la frazada blanca que cubría la mitad de mi cuerpo, mi vista cayó en la mano que estaba apoyada encima de mi rodilla y tenía un anillo plateado con una joya verde en el centro. Levanté la vista y los ojos cafés de Alex se encontraron con los míos, su mirada era pacífica como si tratará de transmitirme seguridad.
Sentí que una gota de mis lágrimas cayó en mi mano y la observé durante unos segundos aún pérdida en la pesadilla, la voz de aquel oficial se escuchaba cerca a pesar de que habían pasado años desde entonces. Fingí toser para luego aclararme la garganta, llevé los mechones de mi cabello hacía atrás y miré a Alex.
— ¿Estás bien?.— preguntó a lo que asentí.— Yo...
Él cerró su boca repentinamente y pareció pensar mejor lo que iba a decir, busqué a las chicas a mi alrededor pero no estaban, éramos él y yo en la habitación. ¿Por qué Alex estaba aquí? ¿Me estaba espiando mientras dormía? Eso suena acosador.
— ¿Por qué estás aquí?.— pregunté.
— Los chicos decidieron llevarse a las chicas y mantenerlas lejos de la casa por todo el día, ellas insistieron en que te dejáramos dormir un rato más y yo me quedé cuidándote.— respondió y miró hacía el ventanal.— Cuando estés lista podemos ir a la empresa.
— Está bien.
Él se puso de pie y se marchó de la habitación dejándome sola, me cubrí hasta el rostro con las frazadas y cerré mis ojos para olvidarme de aquel sueño. No quería seguir pensando en mi infancia, tampoco deseaba recordar los malos momentos que viví en aquella casa.
Me puse de pie y me apresuré en vestirme, recogí mi cabello en una media coleta para luego tomar una mochila negra y colgarla en mi hombro derecho. Salí de la habitación mientras conectaba los audífonos al móvil y al bajar las escaleras me encontré con Alex quien estaba escribiendo en su móvil.
ESTÁS LEYENDO
Pequeño Demonio: Caos ✔
Roman d'amourLos años pasan y la gente suele cambiar con el tiempo, podría verse como un ciclo que se debe a acontecimientos desgarradores o tal vez alegres. Habían pasado dos años desde entonces, ella logró seguir adelante por cuenta propia aunque tuvo algunos...