𝗢𝗰𝗵𝗼

381 61 17
                                    


Apetitosamente mal.

Un alfa le atraía, y no uno de los que frecuentaba con normalidad, sino, uno común, un chico que parecía de aquellos que ya casi ni existían, un caballero, según casi todos. Era casi fantástico en todos los sentido, ver cómo Jisung se planteaba aquello con tanta seriedad a las cuatro de la madrugada. Tratándose de convencer que era completamente físico, porque lo era, claro.

Entre eso, vio aparcar una camioneta suv roja fuera de su casa, y supo que ya era hora de dejar su pereza en el sillón para salir.

La lluvia caía inacabable sobre él, su campo de visión era limitada, no estaba muy seguro de poder conducir en ese estado, pero no tenía opción; tenía qué. Algunos truenos rebotaron en algún lugar de las aceras.

Anunciando que el verano había expirado, el viento corría grosero por todas partes, sus hebras rojizas se levantaron regias a causa del mismo, y sin molestarle, siguió con sus pasos. Juraría que tenía que volver adentro y echarse una siesta, pero sólo tenía dos horas exactas para llegar a Busan.

—Ey, ¿qué tal? ¿Cómo va tu esposa?

—Bien, estamos esperando nuestro segundo cachorro.

—Genial.

Felicitó sin grandes ánimos en realidad, tomando las llaves que le ofrecía el beta, quien negó lentamente con una sonrisa dejándole el auto, deseándole suerte y perdiéndose entre la extensa y ruidosa lluvia.

Dentro del auto, metió la mano al bolsillo derecho, reluciendo entre sus dedos, un par de pastillas de las tabletas rojas, supresores fuertes.

Su celo no se acercaba, ni nada así, pero quería evitar accidentes con cualquier alfa, no estaba ni con brío ni fuerzas para pelear, además de que podía salir herido, aún así.

Un Alfa siempre sería un Alfa, y un Omega siempre sería un Omega y eso era fatídico.

Las llevó a la punta de su lengua para sentir de a poco cómo se iba deshaciendo de forma amarga en su boca. Revisó la guantera, y sí, confirmando sus dudas inciertas. Había un arma de repuesto, por si acaso. Calibre 22, pequeña, pero tan letal.

Gruñó, no quería hacer esto, tiró su gorra negra a los asientos de atrás.

Por supuesto, antes de ver cruzando la calle corriendo a un muchacho castaño con una mochila verde, quien en verdad parecía un niñito gigante, a causa de su vestimenta.

—No me jodas que tienes un impermeable amarillo, es... llamativo —Han, de lo sorprendido que estaba, intentó balbucear. 

—Pero llueve —respondió Minho.

—¿Qué haces aquí? ¿Qué haces despierto a las cuatro de la madrugada?

—¿Qué hay en el puerto de Busan?  —ignoró el castaño, quitándose el impermeable y dando paso a un abrigo de lana gris.

—¿Estabas matándote a pajas, quizá? Es malo hacer eso, ¿cómo podrás engendrar cuando seas grande? O peor aún, flacidez en pleno acto, ¡uy no! Qué feo caso —tocó su propio pecho, como si sintiera el dolor de las palabras.

—¡No! —negó avergonzado—. Sólo quiero cerciorarme de que no vas a hacer cosas malas.

—Agradezco la preocupación, pero no puedes ir.

—¿Por qué tú sí puedes?

—Si te ven ya no puedes retroceder. Por el momento, sólo estás en la mira de Kira, por decirse así, porque yo me estoy encargando de ti. ¿Pero crees que si vas a recoger armamento no te van a reconocer otros? No vas a ir y punto, bájate. Esta no es tu vida.

❝Village, secrets and liers❞ ||MinSung||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora