❝Village, secrets and liers❞ ||MinSung||

𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐮𝐧𝐨

Sus piernas se tambalearon, pero sonrió y se colgó del cuello de Hyunjin quien venía delante suyo, riendo y bebiendo cuando Jisung intentaba meterse por la ventana de su propia casa porque él había roto la llave en la puerta.

—Seungmin —le llamó Minho.

—¿Sí? —le sonrió nuevamente, sobre la espalda de Hyunjin—. Todo da vueltas... es muy bonito.

—Creo que lo estás estrangulando, está morado —indicó.

—¿Así que ahora eres doctor? —arrastró palabras con un tono amenazante.

—¡Mierda! —gritó Jisung.

Una infinidad de maldiciones y platos rotos se esparcieron detrás de la caída de Jisung hacia, al parecer, el interior de su cocina.

—Estoy bien, ¿quién más va a pasar?

—¿Y si mejor abres la puerta?

—Claro, eso también funciona —rodearon mitad de la casa, para ver a Jisung agitando la mano por dentro—. ¡Listo!

—Vamos a dormir —ordenó Minho.

Hyunjin y Seungmin se desparramaron juntos en un poderoso abrazo en el sillón.

A veces, realmente quería no tener el control, pero como alfa pura sangre, te el efecto del alcohol llevaba menos impacto en él que en sus amigos, ahora debía que cuidar de todos.

Lo siguiente que vio fue a Jisung tirarse de narices al suelo de su cuarto.

—... no era la cama —excusó con pena.

—No, cariño, no lo era —sonrió.

Estaba torpe.

Había cepillado sus dientes y lavado el rostro, ahora tendría que cambiarlo.

Quitó su camiseta, y vio su delgado torso, era fino, pero corpulento, estaba ligeramente marcado lo que era muy escaso en un omega, aunque Jisung no era un omega cualquiera.

La cambió por una nueva, lo mismo con su ropa interior.

—¿Crees que soy feo? —al cabo de un rato, masculló.

—No, eres lindo, tú y tu cabello azul son lindos —afirmó, poniéndole los pantalones de chándal celeste.

—¿Entonces lo quieres poner? —sobó su rostro.

Agachado frente él, alzó la cabeza, lo pensó un poco y siguió metiendo la otra pierna.

—Estás ebrio —dijo con finalidad.

—Lo estoy —ignoró.

—Mañana, cuando te despiertes y todavía quieras, podremos hacerlo las veces que tú quieras, pero posiblemente en estos momentos no sepas la diferencia del piso y la cama —explicó con dulzura.

—Es un no —atajó, algo irritado.

—Un no, que es momentáneo.

—Pero me siento raro, Minho —insistió tomándole de los hombros. 

—Estás borracho, lo sé —asintió acariciando su barbilla.

—No, eso no —negó con la cabeza—. Cuando te veo, todo se va a la mierda, no son palabra bonitas, ya sé.

—Deberías dormir y decirme esto mañana, para besarte y decirte palabras sinceras.

—Te quiero mucho, Lee —humedeció sus labios—. Por favor, no te vayas.