𝐃𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

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Un ministro.

La camisa de seda ajena al omega, se deslizaba sobre sus hombros y hasta a veces llegaba al tope de ellos, su cuerpo subía y bajaba de forma que los jadeos aceleraron a un ritmo desperfecto y arruinado.

No era un feo, era hombre bastante joven como para tener aquel cargo, y puede que también un tanto inmaduro, pagar por un adolescente. Pero en fin, ¿quién se creía Jisung para juzgar siendo que él recibiría parte del dinero?

Belleza, dinero, todo eso es pasajero y hasta a veces duradero, la juventud sin embargo, nunca vuelve, no puedes regresar a los días en que fuiste capaz de equivocarte impunemente.

—Estuviste maravilloso, me encanta tu cabello azul —el aludido salió de él.

—Gracias, tú también —empezó con su dialecto—. ¿Volverás?

El hombre rió.

—No soy gay, es porque es más cómodo hacerlo con un hombre, es como si no engañara a mi esposa y a mis hijos.

Patético, pensó, después de todo Jisung seguía siendo un omega.

—Lo entiendo completamente, es sólo para satisfacerte. No debes explicarme nada, si alguien no te entiende, yo lo hago —batió las pestañas.

—Harás que quiera volver, ah —suspiró echándose un trago al champagne por última vez—. Te dejaré una propina sólo para ti, ¿cuánto quieres?

—Sería tonto si me niego, lo necesito, pero sólo lo que te alcancé, después de todo, no quiero abusar de tu dinero —habló con ternura.

Sonrió para sus adentros, sabía lo que venía a continuación.

—¡Oh! —exclamó, poniéndose los lentes y acarició su tersa piel de una de sus mejillas—. Eres realmente chistoso e inocente, eso es lo que más me sobra, te haré un cheque grande, precioso...

Después de que el hombre se fuera, rápidamente colocó sus prendas en su lugar y salió.

Afuera, se encontró las luces apagadas, y un montón de gente bailando a lo loco, Hanami había despegado rápido con su inauguración, a sólo un mes de empezar no podía entrar gente cualquiera, asimismo que tenían servicio de compañía para quienes no tenían suerte esa noche.

Entró en la zona solo autorizada al personal, donde tenías que pasar una tarjeta para que la puerta se abriese, ahí estaban varias chicas en descanso y pocas prendas debajo de esos abrigos gruesos, por suerte él ya salía de turno.

Vio a Seungmin, le pasó las llaves de su habitación que usaba frecuentemente, y le dio las buenas noches, pues últimamente se cruzaban bastante debido a que era él quien se encargaba de pasarle sus apuntes —por lo que tuvo que poner empeño en clases—, además de que iba cada viernes a trabajar.

También se despidió de las chicas, y les deseó a cada una un viejo sabroso con cuentas bancarias a punto de explotar.

En el camino a casa, contento, había vuelto sus bolsillos a su originalidad, había trabajado arduamente todo un mes sin interrupciones del idiota de Minho, quien también, alguna le pidió que dejara de acostarse con hombres que no fueran él.

Aunque también fue su culpa, por hacerle caso...

Llegó a casa dispuesto a darse una ducha, porque no, no lo había hecho, por eso el taxista le había mirado raro, apestaba a feromonas de alfa.

Su madre se atravesó en su camino.

—¿Qué haces?

Y vio la maleta en sus manos.

❝Village, secrets and liers❞ ||MinSung||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora