vi ; hell bent for leather

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—¡Vayamos a ver!

Paula es una chica de riesgos, no cabe duda, pero esta vez ha cruzado el límite. Scott y yo la vemos salir disparada siguiendo el barullo a penas terminó de decir «ver». Asustados, reaccionamos y vamos tras ella sin pensarlo dos veces, pero recién habiendo nosotros partido pensamos en lo peligrosa que es esta situación y lo heridos que podemos salir por causa de esto.

—¡Detente Paula, no es un juego!
—¡Escucha a Mandy, amor! —complementa Scott.

Estas voces entrecortadas gracias al movimiento de nuestros cuerpos al perseguir a Paula son de las dos únicas personas a las que de verdad les interesa la integridad (o la vida misma) de Paula en este lugar, sin embargo ella no nos escucha.

El llegar a pocos metros de la escena a penas volteando la esquina nos hace sorprendernos a Scott y a mí. Son muchos adolescentes en una greña callejera, elogiando y haciendo una ronda a dos hombres que parecen estar a puertas de los golpes, muy exaltados, gritándose cosas. Paula, por su parte, se ve entusiasmada. Ella se ha detenido, pero unos segundos después va a unirse al grupo de desconocidos bandoleros a hacer barra a uno de los muchachos que vemos en el medio de todos.

Yo, con un gran «¿por qué?» en mi pensamiento, me propongo a no reclamarle nada está vez, pues el miedo de que nos puedan hacer daño supera mi instinto protector por Paula. Scott, por el contrario, va detrás a persuadirla. Ambos queremos sacarla de este sitio que no sabemos qué le vió de atractivo.

—¡Ven a ver, Mandy! —ella logra safar su cabeza de las palabrerías de Scott.

Que chistosa. En tus sueños me acercaré a eso, Paula. Mis piernas tiemblan y no hago más que aferrar la mitad de mi cuerpo a la pared. ¡Que Scott la saque de este lugar ya!

La ronda que le hacen a los dos tarados que planean agarrarse a golpes se separa lo suficiente y deja un espacio abierto, eso basta para poder ver desde mi posición las cabezas de estos tipos alborotadores moviéndose.

En un instante, uno de ellos se cansa de dar tanta vuelta a la situación y, como movimiento repentino de película de acción, sostiene al otro con un puño agarrando la parte del polo que protege su pecho y con la otra mano a punto de dejarle el ojo morado. Sin embargo, esta persona primero voltea a ambos lados antes de concretar su acto de violencia.

Gracias a ese pequeño agujero que dejó la circunferencia humana, el agresor logra ver hacia mi lado. En efecto, me ve a mí.

Y en efecto, lo veo a él.

ese chico malo 一 james hetfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora