xxxvii ; mandy

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[𝘃𝗶𝗲𝗿𝗻𝗲𝘀, 𝟭𝟵 𝗱𝗲 𝗱𝗶𝗰𝗶𝗲𝗺𝗯𝗿𝗲 𝗱𝗲 𝟭𝟵𝟴𝟬]

Debo admitir que estos días han sido maravillosos. Jamás me había sentido tan feliz.

Luego de la reconciliación, James y yo hablamos mucho... durante horas. 

Se selló nuestro acuerdo de paz con un "Te quiero mucho, Mandy" por parte de James. Yo, volteándolo a ver y con una sonrisa tímida, le confirmo: "Yo igual". Luego de aquello, supe que era la última vez que nos lo decíamos.

Decidimos seguir con nuestra amistad. Si bien es cierto nos gustábamos, pero más fuerte es el aprecio que nos tenemos como seres humanos más que cualquier otro sentimiento.

Sí, eso significa que haremos como que no ocurrió beso alguno entre nosotros. Así, seguiremos nuestras vidas.

Supongo que me duele un poco. En serio es un chico maravilloso pero no estoy segura de si es la persona adecuada para que sea mi primer novio o algo parecido: él es muy diferente a mí. Vamos, James es evidentemente un chico rudo por las experiencias, y yo una adolescente que hace poco ha dejado de ser niña recién. Él es como el color negro, y yo más como un tono de amarillo pastel, ¿me dejo entender? Ni siquiera podia poner un vinilo de ABBA a su lado sin que él mencione que le daba ganas de vomitar.

Y es que no nos conocemos en realidad lo suficiente como para tolerar y superar detalles de cada uno. Solo logramos coincidir nuestros corazones con ganas de amar.

Y fue bueno, por eso doy gracias.

[...]

Su bus sale hoy al mediodía. Mi madre y yo vamos de camino a despedirlo.

Tan solo nos toma poco menos de media hora en llegar a la estación de buses. Y al a penas entrar, lo vemos sentado en las bancas, de espaldas a nosotros, esperando a que lo llamen según su número de boleto.

—Ve, Mandy —menciona mi madre casi a mi oído, con una sonrisa de complicidad—. Yo iré a la cafetería por un café si me necesitas.

Dicho esto, madre se va.

Yo sé que, aunque ya nos despedimos y prometimos que nos escribiremos muchas cartas, es probable que poco a poco nuestra amistad se vaya desvaneciendo. Y nada me garantiza que nos volveremos a ver y si lo hacemos, no sabemos si se sentirá igual que ahora. Así es la distancia.

Sí, es probable que este sea ÉL adiós.

Por eso vine a verlo... y él no lo sabe.

Así, tomo un respiro y me acerco detrás de él. James parece escuchar pasos acercándose y voltea, para así, estando a un metro, divisarme con una sonrisa.

—¿Viajarás conmigo? —bromea.

Yo río y me siento a su lado. Por mi mente no puedo evitar que pase un "Me encantaría".

—No es necesario —le aclaro con sinceridad—, tu vida está allá ahora.

Él casi agacha la cabeza. Sé que dentro de sí lo sabe con certeza.

—Espero no dormirme en el bus y pasarme de mi destino —dice con comicidad, quebrando el silencio de honestidad.
—De seguro que no —le afirmo—. Brea no queda tan lejos. Además supongo que has dormido bien, ¿cierto?

Él afirma con la cabeza. La gira para otro lado. Yo esperaba una respuesta amplia de su parte, pero bueno. Callo nuevamente.

—No dormí nada, Mandy —menciona, sin mirarme.

Yo volteo para intentar hacer contacto visual con él, pero no me deja. James no parece bromear en este momento.

—Tengo miedo —me dice.

Yo pongo cara de sorpresa.

—Wow, James —intento pensar en qué decirle—. Eh, ayer me dijiste que todo estaba bien y esperabas el viaje con calma.
—No quería preocuparte —por fin, voltea y nos observamos—. Perdona, Mandy, en serio.

Yo niego con la cabeza, con una sonrisa de lado.

—No te disculpes —digo.

Me tomo el atrevimiento de tocar sus manos puestas sobre sus rodillas. Él me observa gracias a eso.

—Tranquilo, ¿sí? —le comento, con voz suave.

Una voz en el parlante irrumpe: "Pasajeros del bus N° 34, favor de acercarse con sus boletos. Estamos por salir".

James y yo nos miramos.

Cielos, como voy a extrañar esa mirada azul.

—No sé qué decir en estos momentos, Mandy —suelta una risa nerviosa—. Sé que ya nos despedimos el martes en tu casa, pero siento que no es suficiente.

Yo, siendo sincera, tampoco tengo idea de qué decirle.

De pronto, en el parlante, cuando deja de hablar la voz que lo llamaba, suena una canción. Yo creo que es aquello que lo dice todo.

James baja la mirada y sonríe. Yo me sonrojo un poco, pero siento bonito en mí.

Nos quedamos callados. No sabemos que decir. Hasta que el ojiazul decide protagonizar nuestro último diálogo.

—Sabes que no me gusta la música fresa, ¿cierto? —ríe un poco.

Yo le correspondo asintiendo con la cabeza.

—Sin embargo... tú eres esa Mandy para mí —concluye.

Yo le observo. Veo sus ojos con brillitos. Nunca antes lo había visto feliz.

Así, mis brazos se abalanzan a él. Ese abrazo dicta que, entre el él y yo, a pesar de ser adolescentes, nos agradecemos la vida. Ambos nos hemos salvado de una forma u otra.

Es hora de que James parta.

Él, sonríe nuevamente y toma su maleta. Juntos, vamos a la puerta del bus.

—Que seas feliz, James —anuncio, con una sonrisa—. Llegó tu momento de serlo.

Él me corresponde el gesto con esa sonrisa suya que me llena de esperanza. Sus pómulos brillan. Así, me agradece y sube al bus.

Por la ventana, cuando él ya se ha sentado en el asiento de al fondo, le observo por última vez. Sólo es cuestión de segundos para que el bus arranque y poder verlo despedirse de mí con la mano. Yo le hago lo mismo.

Su figura, junto con la del vehículo, se desvanece, pero su sonrisa quedó impregnada en mi memoria para siempre.

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"Siempre he de recordar
lluvia helada al caer
en la oscuridad un rostro aparece
llora su pesar, la noche acaba

llega un nuevo amanecer
gente alegre vuelvo a ver
y en su mirar observo lo que fue
lo supe interpretar, felices momentos

Oh, Mandy, diste aún sin pedir nada a cambio
pero te rechacé, oh, Mandy
me besaste, cambiaste mi angustia
me haces falta lo sé, oh, Mandy."


Canción: Mandy, de Barry Manilow.

ese chico malo 一 james hetfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora