[𝘀𝗮́𝗯𝗮𝗱𝗼, 𝟭𝟯 𝗱𝗲 𝗷𝘂𝗻𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝟭𝟵𝟵𝟴]
Caminar me pesa. Mirando mi reloj de muñeca y notando que son las 6 de la tarde, bufo. Lo único que mi cuerpo desea es llegar a casa luego de este día de trabajo y recostarse en ese sillón que apenas ayer he comprado.
Si bien es cierto, New York es el sueño de cualquier americano, la famosa "ciudad que nunca duerme" no luce muy apetecible para mí. En momentos como este, prefiero el atardecer naranja de la costa oeste de Estados Unidos, donde mi amado Downey se ubica, en lugar de estar aspirando smog en este cielo gris y entorpeciéndome con las bocinas de los taxis apurados.
Sin embargo, debo agradecer que, por mi esfuerzo de años, hoy soy una profesional independiente. Mi segundo libro está a puertas de salir, pero en lo que más logré resaltar es en la composición de canciones. Pude incluso escribir unos temas para Whitney Houston y estoy esperando su aprobación. ¡Espero que se pueda!
Pero no todo es maravilla. Debo llegar a casa y, tomando solo algunos minutos de descanso, con suerte termino mis asignaciones predispuestas para hoy.
Es algo difícil trabajar en la escritura: siempre estoy dependiendo de mi proceso creativo y si este no funciona, pues no presento mi tarea y no me pagan.
Entre pensamientos de estrés, de pronto, el escuchar un nombre totalmente conocido me hace detener de inmediato, sin importar que esté en medio de la acera. Volteo a izquierda.
Al lado estoy de una tienda de electrodomésticos. Puedo ver los televisores en vitrina siendo expuestos, y ahí es donde coloco mi atención.
Es él.
Y han dicho su nombre en televisión.
No puedo creerlo. Es el muchacho ojiazul, en quien no pensaba desde hace tanto tiempo. Es todo un hombre hoy.
"El artista, junto con su banda, está a puertas de lanzar su nuevo álbum: "Garage Inc." menciona el reportero mientras se presenta una nota de prensa sobre el rubio. "Y hoy, 13 de junio, se consagra como uno de los días más importantes de la vida del músico: el nacimiento de su primera hija."
James Hetfield. Mírenlo ahora. ¿Quién lo diría?
Sonrío de inmediato.
A mi mente vienen todos esos recuerdos que la adolescencia, cuando caminábamos por las aceras frías de Downey viendo el anochecer. Cuando nos conocimos por primera vez y nuestro último adiós. Todo está grabado en mi memoria y se siente tan real que, a veces, cuando pienso en ello, es como si tuviéramos 16 años otra vez.
Pero desde hace varios años ya, el rubio es un ídolo musical. Hay veces en que todo el país parece hablar de Metallica, esa banda ruidosa que creo que ya es parte importante de la historia. Y James es una pieza fundamental para ello: Sus riffs, su voz, sus composiciones...
Sé que ha escrito muchas canciones fantásticas. Algunas de ellas son sobre su madre. Hay una en especial que me llena de paz el corazón: se llama Mama said, mi favorita. La descubrí cuando compré un disco de su banda hace algunos años, gracias a recomendaciones de algunos compañeros de trabajo, pues no me considero gran fanática de Metallica. Sigo prefiriendo la música pop, como ABBA, aún sabiendo que esa idea a James se le hacía rechazable. Me hace gracia recordarlo.
Allá afuera poca gente sabe que el gran James Hetfield y yo fuimos amigos una vez. Tan solo las personas que vivieron con nosotros aquellas vivencias.
Recuerdo cuando asimilé por primera vez que James era famoso. Estaba con unas amigas, entre ellas Paula, en un café. Mientras hacíamos vida social, pasaron una canción por la radio a la cual no tomé atención hasta después. Al término de esta pieza, el locutor de radio mencionaría que la canción era Fade to black, de una banda llamada Metallica. Luego, diría los nombres de los integrantes y, pues, entre ellos, estaba James. Era 1984, y James ya había cumplido su sueño.
Desde que lo vi por última vez, a los 16 años, sucedió lo pensado. Nos escribimos un par de cartas pero poco a poco esas correspondencias fueron disminuyendo con el pasar de los meses, hasta que un día envié una y jamás recibí respuesta. Supe que nuestra etapa definitivamente había concluido. Pero no me puso triste: me dio esperanza.
Hoy tengo 34 años. James también. Él está casado y ya tiene un bebé.
¿Él se acordará de mí?
Por que yo, cada vez que pienso en él, sonrío.
Lo que importa es que logró quien quería llegar a ser y eso es lo que me llena de gozo en esta tarde de primavera fría neoyorquina. Mientras todos caminan para el norte o el sur, yo alzo la mirada al cielo y siento una pequeña gota caer sobre mi nariz. Una llovizna a penas audible indica que se viene la lluvia azul. Siento una explosión de esperanza dentro de mí.
Aquel "te quiero mucho, Mandy" que me dedicó James en 1980 viene a mi pensar, y más gozosa no pudiendo estar, corro por la acera, riendo como una niña, pisando los ya formados pequeños charchos de agua en el pavimento.
Esto es la vida: gozar el presente y recordar, y mucho, pues recordar es volver a vivir.
Oh, ese chico malo. Que bien se siente recordarlo.
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ese chico malo 一 james hetfield
Fiksi PenggemarUna ingenua adolescente narra cómo admira a un vecino suyo con mala fama gracias a su pésima actitud con todos menos con ella. ♡ Esta historia cuenta con playlist; ¡fíjate en el primer capítulo!