x ; blow away

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—¿Salir conmigo?
—¡Como invitaría a cualquier amigo! a por un chocolate caliente o unas hamburguesas, lo que quieras —me frena, antes de que diga o piense algo más.

Sigo impactada. En serio no me esperaba que sólo quiere salir. Sobre todo, porque lo conocí hace no más de un mes ¡y sólo de vista! Bueno, tuvimos esa conversación en el arcade, pero se trataba de mi trabajo. La verdad, no tengo problema alguno en aceptar, pero primero debo resolver una duda.

—¿Cómo invitarías a cualquier amigo?
—Uh, sí, claro.
—Eso quiere decir que... ¿soy tu amiga?

Ahora yo soy la que lo agarro frío. No se esperaba esa intervención mía.

Está anocheciendo. Todos los niños ya han sido llevados por sus padres a sus casas. El sunset se ve muy tierno desde aquí y en este momento está al frente de nuestros ojos. Antes de que James responda, ambos nos fijamos de eso. Parece que se inspira un poco, pues de lo nervioso que estaba, se pone calmado. Al voltear a verme, puedo notar unos ojos azules más pacíficos, como el océano. Por alguna razón me gusta ver esa mirada, la prefiero antes que la angustiada.

—Me gustaría que fuéramos amigos.

Asiento. Él sonríe y yo lo imito. Nuestras miradas se enfocan de nuevo en el sunset. Por unos instantes, no decimos nada y solo miramos. Hasta que otra duda me aparece y la anuncio.

—¿No crees que es muy pronto?
—¿Qué cosa?
—Ser amigos.
—Puede ser... pero no importa —voltea a verme—. Siento que eres buena persona.
—¿De verdad? —me extraño, sin embargo, una sonrisa también aparece.
—Sí —vuelve a ver el sunset. Yo lo imito.
—Y... ¿cómo sé yo que tú eres buena persona?

Me voltea a ver de inmediato. Yo me sorprendo y lo hago también. Mis ojos se abren como platos. ¿Rayos, se habrá enojado? Mi intención no era hacerle enojar, pero de seguro ya lo hice. ¡Soy una tonta para conversar!

De pronto, él ríe ligero. ¿Qué? ¿y eso por qué?

—Con el tiempo sabrás que no soy malo —intenta bromear.

Gracias a esa palabra: «malo», recuerdo la pelea callejera en la que lo encontré. Junto a eso, las reseñas que ayer me dio Scott de James aparecen una a una. Recuerdo que sus vecinos le temían, que no paraba de actuar violentando, que ya se había ganado esa mala fama.

—¿Y esa pelea callejera?

El gesto le cambia. Se pone algo serio. Sabe exactamente de lo que estoy hablando. Parece que le traje un mal recuerdo. Unos gramos de susto entran en mí.

—No fue nada. Sólo me defendía —responde aclarándome la pregunta.

Scott también me habló que sus actitudes son provocadas por algunos inadaptados que le hacen la vida imposible. Es hora de confirmar ese rumor.

—¿De qué? —digo casi en un susurro, lo suficientemente alto para que me oiga, pero a la vez bajo para no aturdirlo con un tema así de delicado.

Él se queda callado. Baja la mirada.

Cuando estoy a punto de repetir esa cuestión, él atina a actuar distinto.

—Ya casi es de noche -voltea a observarme, un poco más pacífico-. No quiero ser grosero, pero debo volver a casa. Mi padre me espera.

Es cierto que me sorprenden muchas actitudes que he conocido hasta hoy de James, pero si deseo seguir frecuentándolo, algo me dice que debo acostumbrarme.

—Sí, seguro. Yo también.

Me siento un poco bajoneada. La duda sobre cómo saber si es una buena persona aún retumba dentro de mí. Pero también me extraña si esto funcionará, ya saben, la supuesta amistad; digo, hace poquísimo lo conozco, hemos hablado casi ninguna cosa sobre nosotros, lo que sé de él me lo contaron y aún no sé si todo es verdad. Por otro lado, me complace saber que el deseo de mi madre se está comenzando a cumplir: estoy socializando. Eso es lo que importa, ¿no? a pesar de lo que vaya a pasar con James en un futuro.

—¿Qué tan lejos vives de aquí? —menciona un poco dudoso, al apenas ponernos de pie y comenzar a caminar.
—A unas cuadras. ¿Tú?
—Igual. ¿Irás por el lado este?
—No, oeste.

¿Por qué me hizo esas preguntas? ¿acaso me habrá querido acompañar? Vaya, siento que es un poco riesgoso mostrarle a un desconocido mi cas... espera Mandy, él ya no es un desconocido, ya son amigos, ¿no es así?

—Eh... ¿hoy no trabajas en The Zone?
—Dieron día libre a los trabajadores por navidad.
—Cierto —sonríe. Actúa como si le hubiese hecho recordar algo que ya sabía-. El arcade casi nunca abre por días festivos.
—¿Vas mucho a The Zone?
—Iba mucho cuando era chico. Me pasé por ahí un rato porque era una de las cosas que quería hacer al regresar aquí.

Al parecer, nota un pequeño gesto de confusión en mi rostro. Él cree saber por qué y me aclara la situación.

—¿Recuerdas que te dije que no estudio aquí, sino en Brea? -al verme asentir con la cabeza, prosigue—. Pues por el momento estoy viviendo por allá hasta que me gradúe. Aproveché vacaciones para venir a casa y... ver cómo estaban las cosas.

En ese momento, recuerdo las textuales palabras de Scott: «hace pocos años se fue de Downey pero ha vuelto, tal vez por vacaciones». ¡Ya lo sabía y no lo había recordado! Rayos, a veces tengo un cerebro de pollo.

—Debo doblar a la izquierda aquí —detiene el paso y se coloca al frente mío. Yo atino a responder su mirada.

Cielos. Sí que tiene unos ojos muy interesantes. A la luz de la luna y si miras bien, son del color de las paletas de helado de menta azul.

—Uh, ok —agrego sin expresión alguna.
—Mandy... -baja la cabeza, dudoso.
—¿Sí? —intento demostrar que no estoy nada nerviosa, a pesar de que me sudan las manos un poco, pero asumo que es por la casaca de algodón que traigo puesta.
—¿Realmente quieres salir conmigo? Ya sabes, como amigos.

Es interesante su forma de titubear. No luce susceptible, no tartamudea. Lo que sucede es que da la impresión de no creer en sí mismo al 100%. Claro, ese rostro indócil no se va.

—Sí. Te dije que sí.

Debo aceptar que eso me alivia un poco. Me ha puesto expectante las veces en que ha dudado al decirme algo.

—Bueno —sonríe, más confiado—. ¿A dónde te gustaría?
—Pues —miro casi al cielo negro, pensando—, creo que me gustan mucho la leche con galletas.
—¡Conozco un lugar! Venden casi todo tipo de repostería.
—¡Genial!
—¿Quieres que pase por ti luego del trabajo?
—Ajá.
—Bien. ¿Cualquier día?
—Sí, está bien.
—Ok, está bien.

No importa que hayamos estado sonriendo en todo momento, ambos estamos impostando una incómoda actitud de ser amigos de años cuando claramente no es así. Bueno, no sé él, pero mis manos están mojadas. ¿Ahora cómo nos despediremos? tengo cero experiencias despidiéndome de chicos.

Nos miramos de nuevo. Al nuestros ojos verse mutuamente, desviamos la mira a otro lado.

—Entonces... ¿hasta luego? —decido romper el hielo.
—Sí —sonríe nuevamente—. Hasta luego.
—Adiós.

Y en un acto veloz, cada uno va dando pasos por su lado de la acera, siguiendo su camino.

Sin embargo, dos palabras se me pasan por la cabeza repentinamente. ¡Olvidé decírselas! Al menos por educación son necesarias por ser hoy. Volteo, él está de espaldas caminando cabizbajo. ¡Atrévete Mandy, grítaselas! Aunque, ¿por quién me tomará? va a creer que estoy acostumbrada a gritar por las calles... No, no, ¡Es ahora o nunca, al demonio esa timidez!

—¡James!

Él atina a detenerse y girar media vuelta, mirándome con expectativa.

—¡Feliz navidad!

Una sonrisa se esboza en su rostro. Sí que no se lo esperaba, y esa reacción hace que yo suelte una risita. Al verme, él también ríe a penas.

—¡Para ti también, Mandy!

ese chico malo 一 james hetfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora