Demonio de Fuego [Fargexby] Omegaverse

34: Nuevos Rostros

Alexby

...

El agua me cubrió por completo, el impacto con la torrente me provocó un dolor ardiente en mi piel.

Me hundía lentamente, catatónico ante el dolor.

El agua estaba tranquila, como hundirse lentamente en un pozo. Podría ver las suaves burbujas subir mientras yo estaba siendo tragado por la completa oscuridad.

Me sacudí en un intento desesperado por reaccionar, pero aquel lugar no era el mismo río, el líquido no me ahogaba.

Gire mi vista, cientos de cuerpos de lobos y hombres eran atraídos por el abismo.

Una imagen hipnótica, todo aquello era algo fuera de mi entendimiento físico.

La figura de uno de esos grandes lobos me distrajo, el cuerpo del enorme canino negro era más que conocido por mi memoria, su pelaje oscuro y alborotado, sus patas gruesas y torcidas, un hocico grueso lleno de afilada dentadura, y sus ojos verdes como el jade, el lado bestia de Staxx.

Estiré mi brazo a su dirección  y grite llamándole.

...

Me ahogaba, mi cuerpo estaba siendo mareado por el torrente, miles de pequeñas piedras golpeaban mi piel, algunas llegaron a perforar la ropa y mi piel, el burdo golpe contra algo me hizo reaccionar y luchar para salir.

Mis pulmones se expandieron, solo mis costillas impidieron el desgarre del par de órganos, el viento golpeo mis rostro, mi garganta se abrió con la gran bocanada de aire, clave mis garras a lo primero que toque, era el mismo tronco del que había caído.

Respiraba agitado mientras me aferraba a la madera empeñada del caos, gire mi vista al cielo, vi el animal salvaje correr por orilla de ese frágil acantilado, pero en las nubes, las nubes se volvieron grises, su forma danzante me parecieron mas interesantes que cualquier otra cosa.

Los rayos, el cielo se iluminó, quizás sólo eran delirios míos por el impacto, pero entre esas manchas y relámpagos pude persibir la presencia de algo más, algo que está lejos de mi comprensión, un ser que sólo puede ser visto en las religiones más arraigadas a los creadores.

Observe cómo la bestia se había detenido, vi que levantó la cabeza a modo de aullido, pero no escuche nada, ni siquera escuchaba al rio, ni los truenos, ni mi voz, sus ojos amarillos reflejaron por un segundo una angustia y tristeza que sólo estuvo ahí cuando me habló en aquel pequeño refugio donde me había entregado a él.