Demonio de Fuego [Fargexby] Omegaverse

20: En el Bosque

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Alexby

Una profunda nevada atacó, me era complicado mantener la capa roja sobre mi hombros, la sujetaba con tanta fuerza que mis dedos ardían por el fervor de mi instinto.

Mis pies descalzos se hundían en la nieve, lentamente la tierra me tragaba, tenía que llegar a mi pequeño refugio antes que la entrada quede cubierta o la perdería y seria víctima de la muerte blanca.

No debí alejarme tanto, había salido a buscar algo de comida, ya me había acabado las pocas bayas que había en las zonas cercanas a mi refugio.

Exhalé con fuerza cuando fui consiente que tenía que levantar más las piernas para poder avanzar, la nueve ya me cubría por enzima de los tobillos, y como su fuera un mar cayendo del cielo se disponía a subir su marea y tragarme entero.

Me di cuenta de lo que ocurría cuando dejé de sentir mis labios y solo dos pliegues congelados se presentaron, la magia del bosque se percató de mi presencia, y ahora me estaba reclamando.

- tsss! - escupí, incrédulo de sentir metal en mi boca, pequeñas gotas rojas cayeron junto a mi saliva, gotas que fueron poseídas rápidamente por la nieve.

No sabía que hacer, ya tenía pocos metros de llegar, o quizás no, todos los árboles son iguales, miró hacia atrás, veo la tela roja sobre un arbusto casi consumido por la nieve. Miró mis manos, aun sentía el tejido entre mis dedos, pero este ya no estaba. Mis dedos estaban cubiertos de tonos morados, un molesto ruido cubrió mis oídos, repetitivos golpes retumbaban tan rápido, mi molestia fue mayor al darme cuenta que se trataba de mi mandíbula inferior golpeando erráticamente la superior.

Aprovechando el andar de un ventisca poderosa y la nieve y agua furiosa golpeándome para correr hacia la tela, única ayuda contra el frío.

Antes me las había ingeniado para colocarle un poco de ramas aun frescas y crear un tipo capucha con ella dándole un aspecto de cuentos, ya solo me faltaba el lobo, reí con mi propio pensamiento, o quizás era mi última risa ante la presencia de la muerte.

Olfateé con fuerza en búsqueda de un olor familiar que me hiciera llegar al refugio, mi nariz comenzó a arder, era como meter la cabeza dentro de una chimenea, donde lo primero que la luz tocará fuese la punta de mi cara.

Ya no sabía cuántos pasos había dado, el mundo giraba tanto, me tambaleó al mínimo aire, si una gentil mariposa se postraba en mi cabeza caería uniéndome al bosque para la eternidad.

Mi vista borrosa divisa algo a la lejanía, o cercanía, es la entrada de mi refugio, lo sé por como están acomodadas las piedras en forma de semicírculo, propio de la antigua estructura, sonreí, pero mi pierna izquierda ya no responden. Los vendaje que cubrían la herida y me protegían ahora me habían traicionado, empapándose y congelando toda mi pierna.