Capítulo 4: 15/01/2017

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Dos años antes del mensaje

Alejandro

―No soy como todos. ―Le dije a una de las guionistas.

No había obtenido el papel, de nuevo, pero tal vez y solo tal vez, podría obtenerla a ella, a pesar de las mil y un negativas que me había dado en un comienzo, ahí estaba ella, sentada junto a mí en la barra del bar.

―¿Sabes, Alejandro? Eres probablemente el cliché más grande con el que me he topado hoy, y mi trabajo consiste en buscar, evaluar, evitar y/o explotar clichés.

El murmullo de la gente sonaba distante, a pesar de que un grupo de amigos tomaba con vehemencia en una mesa redonda tras nosotros, y que la música estaba un poco demasiado alta, creí reconocer la voz de Adam Levine cantando Lost Stars (Estrellas Perdidas), Por favor, pasa la página y tal vez encontremos un final en el que estemos bailando en nuestras lágrimas. Un tono leve, una letra profunda, en definitiva una canción que jamás dedicaría.

―¿Ah sí? Creo que me subestima, señorita Jaeger.

―Puedes llamarme Erika ―sonrió, y sus ojos se convirtieron en pequeñas líneas, como huellas dejadas en la nieve, su piel era blanca, el color de su cabello apenas menos claro―. Y lo dudo seriamente, mi trabajo...

―Tú trabajo consiste en crear y definir personajes, y junto con ellos personalidades, por lo que eres capaz de detectar ciertos patrones de comportamiento que te permiten reconocer a las personas con base en un par de conversaciones.

Las huellas de sus ojos se extendieron, permitiéndome observar sus irises verdes con más atención, sí, era linda, no diría que demasiado linda, pero algo tenía.

―¿Cómo...?

―Tengo un amigo escritor... bueno, lo tenía, él solía decir exactamente lo mismo, y cada guionista o escritor con el que me he topado tiene el mismo complejo de psicólogo barato.

―Vaya, debo suponer que eso me hace...

―Un cliché. ―Dijimos a la vez, no pudo evitar sonreír y ruborizarse un poco, haciéndome pensar, solo por un momento, que tal vez sí era bastante linda después de todo.

―¿Cómo se llama tu amigo, el escritor?

―Se llama Grant Rooney, pero su seudónimo en el mundo literario es Scherbatsky.

―Una curiosa elección de nombre. ―acotó ella.

―Lo tomó de How I Met Your Mother, estaba obsesionado con el personaje de Robin, ¿has visto esa serie?

―Gran serie, terrible final. ―afirmó, con toda la seguridad que un ser humano era capaz de expresar, eso me hizo notar que siempre hablaba con completa seguridad, como si estuviese dispuesta a poner su vida en juego, la misma que estaría a punto de perder, porque la haría cambiar de opinión.

―En esto no vamos a estar de acuerdo.

―¡Oh, por favor, no puede haberte gustado el final! ¡Es una de las pocas cosas en las que la humanidad ha estado de acuerdo como colectivo; la vida es difícil y el final de How I Met Your Mother es un asco!

―Y las arepas son venezolanas.

Eso la descolocó por un momento.

―¿Qué es una arepa?

―Oh, pequeña niña de verano, tengo tanto que enseñarte ―dije, y como antesala a mi monólogo, tomé un trago de mi vodka, pues ninguna buena historia podía ser contaba sin un poco de alcohol en tu sistema―. En primer lugar, el final de How I Met Your Mother estuvo planeado para ser así desde el comienzo, ¡grabaron la reacción de los chicos desde la primera temporada! Segundo, era la única razón para justificar el hecho de que la narración de Ted siempre girara en torno a Robin, digo, ¿quién cuenta una historia nueve años antes de que esto pase, qué cosa puede necesitar tanto trasfondo?

Estrellas Perdidas [Antología Perdidos en el Eco #1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora