Capítulo 33: 03/06/2017

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La boda de Mónica

Alejandro

El final del rodaje se acercaba, la primera película que llevaría mi nombre en las letras grandes, un proyecto pequeño propulsado por un nombre desconocido que ostentaba un apellido astronómico, el mismo nombre con el que aún me faltaban escenas por grabar, aquellas a las que tuve que rogarle al director, dejara para el final.

―No puedes huirme para siempre, Alejandro ―Me había dicho una vez la pelirroja, escuchando el "corte" al finalizar de una escena intensa que terminaría con sus labios sobre los míos, con mi cuerpo adherido al suyo sobre una capa superficial de ropa, tan delgada que prácticamente permanecía intacta la suavidad de su piel―, esta escena es solo la previa a las mejores, y ya hablé con la producción, no pienses en pedir un doble de cuerpo, les expliqué el enfoque realista que quiero que viva mi personaje y están de acuerdo.

―Pensé que habías dejado la producción. ―Le había escupido, con rabia.

―Es difícil dejar los viejos hábitos. ―Con eso había terminado la discusión, una semana atrás.

Esa noche, de cualquier forma, no se trataría sobre nosotros, sino sobre Sasha y Mónica, las cuáles Erika había elegido mantener al margen de nuestra guerra con Frida. Según ella, ambas tenían mucho ya en sus platos con la boda, les diría lo que ocurría, o al menos a Mónica, cuando el momento fuese adecuado, si alguna vez lo era, pues todo esto terminaría con el rodaje de Memorias de un Fracaso.

Observé la ceremonia desde los asientos, volviendo casi gracioso de una forma incómoda el ver a Erika lado a lado de Frida como damas de honor, aparentando casi poseer una amistad entre tanto odio. Me pregunté, no con poco disgusto, si en otra vida donde Frida no hubiese sido una maldita que había convertido en su misión personal el destruirme, ellas podrían haber llegado a llevarse bien.

Erika estaba hermosa, su vestido era turquesa, destacaba sus ojos de esmeralda, su cabello rubio, casi plateado, lacio, caía sobre sus hombros desnudos, un pequeño escote se pronunciaba hacia el inicio de sus senos, y descendía hasta llegar al abdomen, donde la ya notoria barriga de seis meses resaltaba como un leve borde. El embarazo de alguna manera la había hecho más hermosa, más radiante, su sonrisa desde al altar me hizo pensar sin lugar a dudas que algún día seríamos nosotros aquellos que se postrarían frente al otro, haciendo promesas que tal vez no se cumplirían, pero deseando con cada parte de mí el que sí lo hicieran.

Disculpándome mentalmente con las novias, era Erika la verdadera figura en ese altar.

Mónica, la amiga de Erika con la que apenas había podido hablar en un par de ocasiones lucía radiante, al igual que su novia, posteriormente esposa, Sasha, ambas vestidas de blanco. Sus votos no se habían salido de lo estándar, añadiendo el toque LGBT que no podía faltar, donde la morena pronunciaba en voz alta lo que siempre había temido decir por miedo a ser juzgada, aquello mismo que en ese momento la hacía más feliz que otra cosa.

El si un prometedor actor venezolano habría llorado o no al escucharlas fue un tema del que no valía la pena hablar, no obstante, la figura de altar parecía opinar lo contrario una vez llegados a la recepción.

―¡NO PUEDO CREER QUE LLORARAS! ―Exclamó Erika.

Ahora nos hallábamos frente a frente en medio de la pista de baile, un salón amplio, con pisos de madera pulida donde a la par de las sombras aquellos que hacían uso de él eran reflejados tímidamente. Varios candelabros se alzaban sobre nosotros, proveyendo nuestro entorno de luz dorada, recordándome la escena del baile de la bella y la bestia, trayendo a mi mente un pensamiento que pecando de cursi no diría en voz alta, que tal vez yo era esa bestia, ese demonio esclavo de sus impulsos, y la mujer cuya cintura sostenía, era la princesa destinada a romper mi maldición.

Estrellas Perdidas [Antología Perdidos en el Eco #1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora