Capítulo 11: 11/03/2017

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Dos semanas después de la confesión

Alejandro

En un torbellino de certeza existía un pequeño claro de dudas, en el ojo de la tormenta, por más incoherente que sonara la analogía, pues lo lógico habría sido asumir que las dudas serían el huracán y la claridad la certeza, pero puedo aseverar que nada distaba más de la realidad que vivía, la seguridad de haber tomado la decisión correcta era la estaca que se clavaba en mi corazón, mas en la calma llegaba una pequeña duda, distante, que me hacía cuestionarme mis decisiones, que me hacía replantear una vaga esperanza.

Haber cortado con Erika había sido la mejor decisión, dejar de verla era lo mejor para ambos y lo sabía, apenas nos estábamos conociendo, mes y medio de encuentros no era estímulo suficiente para decidir quedarme hasta el momento en que ese niño naciera, éramos dos extraños jugando a los besos robados, dos balas perdidas buscando una víctima descuidada. No, no éramos una pareja, no estábamos enamorados, había tomado la decisión correcta, y esa elección me había robado el sueño.

Eran las tres de la mañana, me hallé despierto, como Emily Rose, enfrentando a mis demonios. Me senté al borde de la cama apoyando mis codos sobre mis rodillas y enterrando mi rostro entre mis manos, sentía el cloro de nuevo irritar mis ojos, hallándome ante la tentativa de llorar una vez más.

Tal parecía que la puerta que se había abierto aquella noche en la que Erika logró que le contara la historia de mi madre había quedado abierta, y ahora repetía los patrones de mi padre, con un sollozo ahogado antes de dormir o provocando la ausencia del mismo, sí, reconocía la melancolía del llanto de un Gutiérrez con el corazón roto, y reaccionaba a él como mi antecesor, bien podrían haberme cambiado el nombre a José Arcadio o Aureliano Buendía y habría aceptado repetir el mismo destino, pues en ese momento me hallaba sin salidas.

Tres golpes en la puerta.

―¿Otra noche difícil? ―preguntó Danny, desde el otro lado.

―¿Cómo supiste que estaba despierto? ―pregunté, esa noche no había hecho tanto ruido, estaba seguro de ello.

―No esta noche, pero a este punto no es difícil de adivinar que no estarás durmiendo a esta hora. ¿Puedo pasar?

Dudé un momento, pensando que no quería que nadie me viera de esa manera, mas el recuerdo de mi padre llorando en el asiento trasero del auto aquella noche que me mostraría la carta de mi madre, y el abrazo que me daría después, me hizo sentir que tal vez el tenerme a mí fue el salvavidas que mantuvo a mi padre a flote en el mar de locura en el que amenazaba con sumergirse. En ese momento yo también necesitaba un salvavidas.

―Pasa.

Danny se sentó a mi lado, aún en la oscuridad sus ojos grises resplandecían como faros, a pesar de lo frío de su color transmitieron calidez como pocos, sus manos se posaron en mi rostro y secaron las lágrimas que apenas amenazaban con salir.

―Jamás en mi vida pensé que te vería llorando por una mujer, venequiro ―dijo, a pesar de su burla, pude notar su tono compasivo, no me molestó―. No soy el tipo de mujer que dice "te lo dije", pero sí lo soy, joder que sí lo soy, y joder que te lo dije.

―¿Me dijiste qué?

―Que para ti Erika no es solo alguien más, que no es solo una chica a la que puedes desechar como si nada pasara, que quieres quedarte con ella, cariño.

Suspiré, agradeciendo la adicción al romance de Danny, pero maldiciendo su falta de coherencia.

―Danny, ella está EM-BA-RA-ZA-DA, no es por ella, no es por ella en lo absoluto, Erika es maravillosa, ¡PERO COÑO, QUE TENDRÁ UN NIÑO!

―¿Y qué? ¿Eres acaso tú el padre de esa criatura? ―preguntó, como si hubiese dicho algo completamente ilógico, lo cual a su vez le otorgaba un toque de ironía a sus palabras.

―No, pero, ¿qué tiene eso que ver?

―Alejandro, que no le debes nada a ese niño, ¿no lo entiendes? Él no es tu responsabilidad, si las cosas no funcionan en algún punto, ya sea porque Erika no deja de hablar durante las películas, porque dice que no quiere nada de comer y luego te roba tu pizza o porque su panza crece tanto que ya no la puedes follar en posición de perrito te puedes ir y ya, y joder amigo, te dolerá, no te diré que no, pero al menos no vivirás toda tu vida con el arrepentimiento de no haber sido lo suficiente valiente para siquiera intentarlo.

―¿Por qué estás tan insistente con esto, catira? ―pregunté.

―¿Catira? ―inquirió, confundida.

―Significa rubia. ―aclaré.

―Ah... ―asintió―, pues, porque Alejandro, a veces todos necesitamos un Pepe Grillo que nos diga cuando la estamos cagando monumentalmente, y amigo mío de larga nariz, lo estás haciendo.

―¿Tú crees?

―Le contaste la historia de tu madre, ¡después de un mes! A mí, tu mejor amiga en el mundo, me la contaste después de tres años de amistad y estando ebrio hasta los cojones, ella solo tuvo que hacerte ojitos y tú ya estuviste dispuesto a contarle la mitad de tus traumas, además Ale... ¿no lo has notado?

Entrecerró sus ojos, dirigiendo sus palabras como un profesor que mira a su alumno estrella, o mas bien, al peor de ellos, esperando que con las mil y un aclaratorias ofrecidas este pudiese dar con la respuesta a la incógnita o en su defecto, con la pregunta correcta.

―¿Notar qué?

Danny resopló resignada, joder qué mal alumno.

―Tus ataques de ansiedad habían casi desaparecido desde que empezaste con ella, y volvieron con más fuerza desde que se fue.

No mentía, a pesar de que una parte de mí deseaba con todas sus fuerzas que lo hiciera, bastaba una mirada en retrospectiva para entender que la observación había sido correcta, la presencia de Erika me traía calma, estabilidad, recordé el momento en que se halló a sí misma tomando el lugar que Danny ocupaba esa noche, secando mis lágrimas y escuchando mientras hablaba, devolviendo el sueño a su legítimo lugar.

"Las personas se enamoran de formas misteriosas, tal vez solo por el toque de una mano". Maldito sea Ed Sheeran.

Estrellas Perdidas [Antología Perdidos en el Eco #1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora