Capítulo 5: 20/01/2017

51 15 0
                                    

Primera cita

Erika

La puerta de mi apartamento era de madera blanca, al igual que el gastado marco que en un intento desesperado por llevarle vida había pintado pocas semanas atrás. Las bisagras necesitaban aceite desesperadamente, pero este siempre hallaba la manera de escabullirse de mi lista de compras, solo recordando su existencia cuando al entrar con las bolsas el aturdidor rechinido del óxido y la corrosión hacía acto de presencia. Me gustaba mi puerta, era una buena puerta, no me gustaba observarla fijamente, de cualquier forma, pero ya estaba lista y Alejandro no había llegado.

"No ha llegado porque es demasiado temprano" Me recordé, y era verdad, el reloj de agujas en mi muñeca marcaba un cuarto para las ocho, y a su vez, un cuarto para su llegada. Este nerviosismo era impropio de mí, nunca fui el tipo de mujer que habría de ponerse nerviosa por un hombre, ni que se arreglara con mucha anticipación, si es que la playera sin mangas, los jeans oscuros y la chaqueta negra que me había decido a usar contaban como prepararse o si apenas llenaban el requisito de vestirse.

Tres golpes en la puerta, aún faltaban diez para las ocho, pero al abrirla ahí estaba él. No se había afeitado desde la última vez que lo había visto, su barba estaba más tupida, pero aún no enmarañada. Él me miró durante tres segundos contados y luego esbozó una sonrisa perezosa.

―En este momento no sé si vamos a una cita, a una interpretación de Grease o si debo salvarte de un robot enviado del futuro para prevenir el nacimiento de tu hijo, John Connor.

―¿Acaso no puedes mantener una conversación sin hacer referencias a la cultura popular? ―Le pregunté, aunque me hubiese hecho reír.

―Eres una guionista millennial, me sorprende que tú puedas. ¿Lista?

Asentí.

Dejé el apartamento tras de mí, pasando mi llave rápidamente, el rechinido acompañó la puerta hasta que esta estuvo cerrada. Caminamos hacia el ascensor, el cual estaba a escasos metros de nosotros.

―Estás hermosa ―dijo finalmente, cuando comenzamos el descenso― más allá de robots asesinos del futuro, en tiempo presente, estás hermosa.

Debía admitir que él también lo estaba, pero no lo haría, no aumentaría ese ego que amenazaba insistentemente con explotar en cualquier instante, aquella nube de humos que tan notoriamente se posaba sobre su cabello rizado.

―Más allá de robots asesinos del futuro y de niños no nacidos, gracias, Alejandro, por cierto, llegaste antes de tiempo.

―Tal vez no podía esperar para verte.

―¡Vaya! Quiero, decir, VA-YA, esa línea debe ser matadora, ¿con cuántas ha funcionado?

―Unas cuatro o cinco, pero descuida, tengo mejores esperando esta noche.

Cinco minutos después estuvimos en el asiento trasero de un taxi, una nave amarilla que avanzaba como un sol en miniatura en medio de la noche, si acaso una estrella fugaz no habría sido mejor comparación. Las luces de la avenida eran como pequeñas luciérnagas que se filtraban como burbujas iluminando facciones de nuestros cuerpos y rostros por segundos. Notaba además, que al iluminar los ojos marrones de Alejandro estos parecían pequeñas galaxias, intentaba no verlos fijamente, pero me noté a mi misma siendo incapaz de reprimir ese pequeño impulso.

―Ahora, en serio, ¿por qué llegaste tan temprano? ―le pregunté, Alejandro no parecía el tipo de hombre que fuese puntual, al contrario, estaba convencida de que me iba a hacer esperar.

―Seguramente piensas que soy el típico hombre impuntual que te hará esperar solo para hacerte desearlo más, y tal vez en algún momento pensé en ser así, pero conmigo no funciona de esa manera. No puedo ser impuntual, es como si tuviese... un reloj en mi cabeza, un tic tac constante que se convierte en un silbido atronador cuando voy tarde a una cita, ya sea de trabajo, con el médico, o con una escritora que engendrará al futuro salvador de la humanidad.

Estrellas Perdidas [Antología Perdidos en el Eco #1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora