Capítulo 27: 14/04/2017

38 13 0
                                    

Una semana después

Erika

Sí, amaba a Alejandro, lo amaba irremediablemente y por más esfuerzos que pudiera hacer para negarlo, no había forma de hacerlo, honestamente, llegados a ese punto, ya solo quería admitirlo, de cualquier forma posible, a través de cualquier medio. Sería ese mismo amor el que no me permitía dejarlo renunciar a todo, incluso si afirmara que no lo hacía solo por mí.

Entré en su oficina, era tal cual él la había descrito, a la lejanía se vislumbraba el letrero de Hollywood y ante él, se postraba ella. Me vi obligada contener todo mi odio, toda mi ira e indignación, no era actriz como Alejandro, pero siempre había sido buena sabiendo qué decir y cuando.

―Bienvenida Erika, me sorprendió mucho recibir tu llamada. ―Me saludó.

Se expresaba con la misma prepotencia que la última vez que nos vimos, pero ya en mí no quedaba admiración alguna por ese ser, no la veía como un ejemplo, solo como una triste excusa de ser humano, era aquella mujer que había saboteado la carrera de mi novio y que amenazaba con hacer lo propio con nuestra relación.

―Yo no esperaba que intentaras seducir a mi novio.

―Touché ―No parecía afligida, ni ofendida, había vuelto a subir sus defensas―, supongo que no habrá mucha armonía entre las damas de honor en la boda.

―Supongo que no.

A pesar de su aparente calma podía notar en su lenguaje corporal la rigidez de su incomodidad, no me deseaba ahí, se sentía amenazada.

―¿Es eso todo lo que viniste a decirme? ¿Qué soy una perra y que me aleje de tu novio?

―No, confío en Alejandro, ya demostró que te acerques o no él no caerá ante tus insinuaciones ―tomé aire, la siguiente parte sería incluso más crucial, más allá de lo que había dicho o pensado, necesitábamos a Frida, aunque fuese parcialmente de nuestro lado, sus contactos, necesitábamos que dejara de impedir que Alejandro progresara, él podría empezar de cero en otro lugar, sí, pero no sería fácil, ni para él ni para mí, de momento ambos necesitábamos permanecer en L. A.―, más allá de eso... puedes seguir intentando seducirlo.

Ladeó su cabeza en señal de incomprensión.

―¿Perdón?

―No me gustas, pero de cierta forma reconozco que ves en él y entiendo quién eres, entiendo por qué lo haces.

―Esto suena interesante. ¿Por qué lo hago, según tú?

―Te sientes sola, aburrida, las personas como tú suelen tener el mundo a sus pies y eso hace que la vida carezca de sentido por momentos, Alejandro es fuerte, elocuente, interesante, y en particular para ti, es lo único que no pudiste tener hasta el cansancio, ya fuese para tenerlo o solo para torturarlo, te sientes viva cuando eres la que mueve las fichas en torno a él, porque nunca sabes cómo reaccionará.

Mordió su labio levemente, saboreando la información, sus cejas se arquearon, encontrando el pensamiento divertido.

―Eres buena, comienzo a entender lo que él ve en ti. De igual manera, no entiendo a dónde quieres ir con esto.

―Consíguele el papel, o la audición por lo menos, deja de molestarlo, para plantearlo de otra forma, extiende tu mano amiga, muéstrale un lado de ti que ambos sabemos que no existe, si él obtiene el papel serás una de sus productoras, tendrás un acceso a su vida que yo no, podrías estar presente en los rodajes, hacer cambios en las escenas, de ninguna otra forma podrías tener tanto control sobre él. Claro que esto ya lo sabías.

―Así es ―corroboró, hizo una pausa que culminó levantando un dedo en mi dirección, Alejandro me había dicho que tenía la costumbre de señalar a las personas al hablar―. Solo déjame ver si capté esto bien, ¿me darás acceso total a tu novio? ¿Dejarás que me insinúe cuánto quiera, que haga lo que quiera con él, cuando sea que quiera?

La idea no me encantaba, pero me mantuve tranquila, no podía dejarla saber cuán profundamente me lastimaba esta decisión, ni cuan insegura me volvía, Erika Jaeger, la maniática del control, cediéndolo todo, manteniéndose en pie únicamente con base en su fe.

―Si Alejandro de verdad me ama será como dije, sin importar cuánto juegues con él, no me traicionará, si lo hace, entonces no querré estar con él, y tendrás vía libre.

Remojó sus labios una vez más, parecía ser una maña común en su actuar, una forma en la que indicaba interés.

―¿Tienes idea de todo lo que estás poniendo sobre la mesa, rubia?

―Eso es precisamente lo que estoy poniendo sobre la mesa, lo estoy poniendo todo ―reconocí, sabiendo lo difícil que harías las cosas para mí. Mas, aun quedaba algo más que pedirle―. Antes de irme quiero pedirte un último favor, de mujer a mujer.

―Dime.

―Además de mantener esto en secreto, una vez termine el rodaje de esta película... deja a Alejandro en paz. Dije que te entendía y de cierta forma lo hago, pero intenta entenderlo a él, estuvo toda su vida intentando ser algo que no pudo ser, le hizo muchas promesas a un padre que falleció sin siquiera poder despedirse, vive atormentado por las muchas formas en las que ha fallado. Mira, más allá de cualquier daño que él te haya hecho, sea que se quede contigo o no... él ya ha sufrido suficiente.

Su mirada, que nunca dejó de estar clavada en la mía, pareció expresar cierta compasión por un instante. Mi madre solía decir que en cada persona, incluso en aquellas más puras, existía una oscuridad yaciente y que paralelamente, en aquellas personas más oscuras, había un ápice de bondad. Rogué internamente porque en Frida hubiese al menos un poco, tan siquiera una pizca de luz, una que pudiese ayudarnos.

―Muy bien, cuando todo esto termine, con quién sea que Alejandro se quede, dejaré de molestarlo, supongo que nada de lo que pueda hacerle será peor que la muerte del señor Gabriel ―dijo, con una calidez diferente en su voz, pero no fue lo último que agregaría― ¿De verdad amas a Alejandro?

―Lo hago. ―Respondí sin pensar.

―¿Al verdadero Alejandro? ―Insistió, con dureza.

―El único al que he conocido. ―Respondí.

―No lo sabes, ¿cierto?

Algo dentro de mí me imploraba que no la escuchase, su discurso sonaba como otro de sus juegos mentales, pero una parte de mí quería saber qué diría.

―¿Saber qué?

―Alejandro no es una persona normal, él... tiene un lado que no siempre muestra, uno que más que probablemente no ha querido mostrarte, pero que tarde o temprano mostrará.

―¿Cómo es ese lado?

Ella me dedicó una última sonrisa, solemne, casi llena de lástima, si es que podía ser capaz de sentir o expresar tal emoción.

―Creo que deberías irte ya.

Estrellas Perdidas [Antología Perdidos en el Eco #1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora