Parte 2: Capítulo 19: 10/05/2017

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Primera sesión de terapia

Alejandro

Una vez más había tocado fondo, caído en lo más bajo de lo más bajo, Erika lo había predicho, en el momento exacto en que le conté sobre mis problemas, los episodios de ansiedad, los momentos en los que la realidad dejaba de ser visible, las líneas caían, las defensas se derrumbaban y tan solo quedaba el incesante sonido del reloj que taladraba mis tímpanos, ella lo supo, con su ferviente seguridad había manifestado que ese tic tac no sonaba como un reloj de manecillas, sino como una cuenta regresiva, una bomba a punto de explotar.

Me hallaba en ese consultorio precisamente porque demostraría que tenía razón; ya había explotado, frente a ella, llenando sus ojos con miedo y no quería volver a ver esa mirada nunca más, haría lo necesario para lograrlo.

―Entonces, señor Gutiérrez, es usted actor ―afirmó la doctora Reynolds, mi psicóloga, su voz era calmada, pero incisiva, me tranquilizaba al mismo tiempo que me hacía despertar todas mis alertas. Cabello castaño, piel morena, bronceada, ojos avellana con párpados caídos, inspiraba más edad de la que debía tener, yo apostaba por unos cuarenta y dos―. ¿Lo he visto en algún lado?

Negué con la cabeza.

―Lo dudo, no he tenido ningún papel realmente destacable, aunque espero eso cambie pronto.

―Ya veo ―asintió levemente, procurando hacer contacto visual―, ¿tiene algún proyecto actualmente que lo haga creer eso?

Sí, lo tenía, pero en el fondo sentía que me daría mala suerte hablar de ello, de cualquier forma, ella era mi psicóloga, así que decidí decirle.

―Hace poco obtuve un protagónico para un drama, es una película semi independiente por lo que no espero demasiado, aunque al mismo tiempo tal vez sí lo hago, sin presión.

Sonrió con empatía y una mirada un tanto ausente, opaca, una que ya me era familiar, la misma que todos lanzaban cuando hablaba de esto, al menos luego del inicial arranque de emoción, comenzaban a caer en cuenta de la realidad, que miles de películas pasan desapercibidas, que muchas oportunidades son desperdiciadas, que en la vida real esto podía propulsar mi carrera o simplemente terminar de hundirla, siendo una psicóloga de Los Ángeles, me pregunto cuántas jóvenes promesas –y no tan jóvenes como yo― había terminado escuchando sobre sus grandes sueños y esperanzas solo para verlas destruidas, cuántos más habían vuelto a buscar consuelo luego de haber fallado.

―Sin presión, por supuesto ―corroboró. Tenía una libreta en la mano, pero no tomaba notas, percibió que la estaba viendo― Oh, ¿esto? No tienes de qué preocuparte, no tomaré notas sobre ti, no durante la sesión al menos, llevo libretas porque disfruto dibujar mientras me hablan, me ayuda a concentrarme ―giró la libreta en sus manos para posteriormente enseñarme una serie de imágenes; niños, perros, autos, paisajes, la doctora Reynolds, o Penny, como llegaría a conocerla más adelante, tenía un enorme talento artístico―, si ves que me concentro mucho en ella es solo debido a que me enfrento con un trazo particularmente difícil.

―¿Eso no la distrae de... bueno... de mí? ―Quise saber.

―¡Oh, no, en absoluto! Con el tiempo aprendí que una segunda actividad me permite enfocarme mucho mejor en la primera, me relaja al momento de escuchar y a no enfrascarme en pensamientos innecesarios.

―Creo que puedo entenderlo.

―Claro que puedes, si estás aquí ahora mismo, estoy segura de que puedes entender muchas cosas que otros no ―afirmó con un tono que se balanceó entre un ataque y un cumplido―. Sin embargo, eso me obliga a preguntar, Alejandro, ¿qué haces realmente aquí?

Estrellas Perdidas [Antología Perdidos en el Eco #1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora