2.

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Usurero De Rosas.





Todos los días, sobre la mesa de su puesto, una rosa reposa dulce y fragante. Todos los días, encuentra en la rosa, un pequeño fragmento de papel, dentro, en una letra curvilínea, las siguientes palabras : "Luces bonita".

El sonrojo siempre llega a sus mejillas, los tonos burdeos embadurnando como manchas delicadas. Sus ojos brillosos, y un corazón tal mariposas en una jaula, aleteando y aleteando. Con una mano, presiona la tela que recubre su pecho, y espera, espera que los latidos cesen, las clases comiencen, y que los pensamientos de intriga se deslicen en su seso. ¿Quién es el remitente? ¿Por qué una rosa? ¿Por qué a diario?

En un inicio, las rosas le inquietaban, le incomodaron, y creyó que no eran para ella. ¿Quién podría fijarse en una chica callada, reservada y carente de belleza como ella? Sin embargo, con la lentitud del tiempo letárgico, acostumbró a recibirlas. Día tras día, todos los días, antes de las clases, las espera.

Entonces, un cuestionamiento aqueja a su mente. Si el muchacho obsequia rosas a diario, un día las rosas se acabarán. La primavera y el verano cesarán. ¿Qué hará, llegado el momento? ¿Dejará aquel hábito y pasatiempo romántico de entregar rosas? Sin controlar, en su pecho se instaura cierto dolor.

Toma la rosa sobre su mesa, y mirando a los lados para vigilar y asegurar que nadie mira a su dirección y se entera de las rosas, la lleva a su pecho, la contempla y acaricia, y se sienta. Un secreto entre ellos, sea quien sea el remitente. Sabiendo que dentro se encuentra la característica frase, abre con delicadeza algunos pétalos, y efectivamente encuentra un fragmento doblado y arrancado de una hoja. El primer día que recibió la rosa, no esperó que dentro descansara un mensaje. Fue por casualidad que, al tomarla mal de un pétalo, un papelito cayó al asiento. Desde aquel día, siempre revisa al interior a fin de encontrar el mensaje contenedor de palabras melosas. Lee: "Luces bonita".

"Mentiras", piensa ella escondiendo su rostro tras el flequillo largo de su melena, como si los demás pudieran verle y descubrir lo que piensa, y el mensaje. Un pensamiento asoma a su mente, vergonzosa de creer que el remitente, el dueño de palabras bonitas, halagos y el obsequiador de rosas, la puede mirar desde su posición. Tiene lógica considerando que puede ser un alumno de la misma clase.

Una mirada desquiciada a los lados, paranoica de ser vista, un parpadeo rápido a fin de olvidar el tema y centrarse en el profesor que comienza la clase. Guarda el papelito en un bolsillo pequeño fuera del estuche. Dentro, el más reciente papelito se amontona con los más de treinta que ha guardado minuciosamente. Acaricia la rosa y la aparta a un lado para continuar viéndola mientras toma apuntes y finge atención a la materia, su cuaderno y sus escritos.

Pero, sin quererlo, su puño escribe un mensaje, una réplica, en la esquina del cuaderno.

"Gracias", escribe simple ella. Arranca el pedazo pequeño de la hoja, como una uva siendo arrancada del resto del racimo, sus uvas hermanas, y lo enrolla.

Reflexiona qué hará, y porqué lo escribió. Llega a la conclusión de que quería entregarlo, sin embargo, no sabe cómo decirle que coja el papelito y lea el mensaje, pues no conoce el rostro del remitente. Así es cuando una idea salta a su mente y se aproxima a concretarla.

Mira a los costados, levanta la mano ligeramente, con el papelito entre sus dedos, y lo ondula, para llamar la atención de quien sea es el remitente. Nadie alrededor lo nota, o al menos aquello presiente. No importa, con que el que ella busca la mire, todo es excelente. Unos segundos más ondula el papelito, y luego baja la mano, escondiendola en su vientre. Avergonzada, el rubor se apodera de sus mofletes, y una sonrisa pícara en sus labios.

Pequeños One-shots Eremika. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora