Compilación de escritos EREMIKA. Abarca un amplio repertorio de temas, los cuales sacarán de tus ojos lágrimas de felicidad o de tristeza.
{***}EREMIKA.
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I. PARTE UNO.
El vaivén en que nos conocimos.
El amor es un vaivén.
El vaivén, el vaivén de los juegos le inspiraba ese tipo de paz propia de la infancia, donde no había problemas más que convencer a la madre de ir a la plaza a jugar o conceder los deseos del niño caprichoso. El vaivén traía ese tipo de paz inherente del viento, cuando arremetía contra los cabellos y golpeaba el rostro con ostentosa fuerza. Le divertía el ánimo de los demás niños alrededor que también rogaban a sus madres por ir a balancear en los columpios, niños que también amaban subir a lo alto para luego bajar y luego volver a subir. Mikasa también rogaba a su madre, y por fortuna siempre estaba dispuesta a cumplir sus ruegos.
Solían ir a la plaza trasera del vecindario, y su madre aprovechaba para dar un paseo mientras dejaba a Mikasa jugando en los columpios del parque. Demás madres llevaban a sus hijos a jugar, y muchos padres se posicionaban detrás de los hijos y los empujaban en el columpio. Mikasa los veía con diversión, y quería acercarse a ellos para pedirle que le empujaran también, pero no se atrevía por miedo. Su madre le decía que no hablara con desconocidos, menos con hombres, así que tenía un miedo injustificado hacia todo hombre que viera por la calle. A las demás madres tampoco podía pedirles empujaran, pues contaban como desconocidas. Así, decantaba por esperar que su madre regresara del paseo, mientras contemplaba con cierta envidia infantil a los demás niños que tenían padres quienes empujaran sus espaldas.
Mikasa se aburría, pues, aferraba a la idea de balancearse en el columpio en vez de jugar a los demás juegos por mientras. Fue entonces que decidió ponerse en el columpio y tratar de balancearse con su propias piernas. Caminó hasta el columpio, tomó las cadenas pendientes de la barra metálica y se impulsó para sentarse. Sus piernas quedaron suspendidas en el aire y aunque intentó balancearse de adelante hacia atrás, no pudo y se rindió. Esperó inmutable sin pensar qué hacer. Se le ocurrió la sagaz idea que esperando en el asiento, algún padre o madre se compadecería y le empujaría sin necesidad de pedirle, así que se quedó ahí.
Sin embargo, aquello no pasó.
Mikasa, decepcionada, continuó moviendo los pies en el aire. No podía moverse, y tampoco balancear, la única diversión consistía en perdurar con los pies flotando.