Compilación de escritos EREMIKA. Abarca un amplio repertorio de temas, los cuales sacarán de tus ojos lágrimas de felicidad o de tristeza.
{***}EREMIKA.
Vengo con este pequeño escrito que surgió de un mensaje. No soy de escribir smutt ni nada relacionado, pero esta vez me inspiré tras recibir un mensaje por privado de alguien que pedía leer un escrito así. Imaginé la escena, que siempre me ha estado rondando de un Eren dulce y una Mikasa tímida en su primera vez, así que aquí trataré aquella dinámica. Como aquella persona, también puedes escribirme sobre una temática que te gustaría leer de Eremika. Encantada estaré de hacerlo.
Sin más que decir, comencemos.
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Y sin saberlo, terminaron con piernas entrelazadas, suspiros entre lenguas. Lo que el uno expiraba el otro inhalaba. Eren tomó su muñeca para presionarla en la cama mientras lento embestía. Los músculos enmarcaron su espalda cuanto empujaba, como un precioso bosquejo. Con cautela intentaba alcanzar el punto dulce de su amada, que bajo su cuerpo primeriza temblaba. Una primera vez dolía, aquello decían. Así, esmeró por acariciar en vez de lastimar, romper aquel dicho que tal mito se contaba. Mikasa se arqueaba entre la extraña y agridulce mezcla de dolor, placer y nerviosismo. Su espalda dibujaba un sublime arco de deleite. Sus muñecas aplastadas en la esponjosidad de la almohada, su cabello disperso en la blancura de las sábanas de poliéster, y el respaldo chocaba continuamente con la pared del cuarto al igual que en su cavidad su corazón. Un tanto pudorosa, con sus manos intentaba ahogar sus gemidos, pero Eren apartaba de sus labios sus manos y las presionaba de vuelta contra la almohada. Eren se movía con la mayor de las delicadezas, pero hubo un momento en que una chispa encendió la hoguera de su sistema, y aumentó la velocidad en constantes empujones. Mikasa temblaba, pues la chispa deslizó de la entrepierna de Eren a la suya en un fervoroso cosquilleo. No pudo controlar sus gemidos, y nacieron en el aire como notas de un excitado violín en la más generosa de las noches. Las gotas de sudor se arremolinaban en la frente, en el cabello de Eren, y caían sobre las mejillas de Mikasa confundiéndose con las suyas. Continuó moviéndose mientras los gemidos no hacían más que brotar. En su vientre germinaba la semilla de la fertilidad que sería depositada en el vientre de Mikasa para concebir un pequeño bebé de ojos esmeralda. Los latidos golpeaban como un puma soltando alaridos descontrolados desde el interior de una caja. Era imposible controlar los gemidos que, fundiéndose en una única sinfonía, envolvían la habitación. Una última chispa incendió el bosque en su cuerpo, y repletó de llamas el interior. La semilla germinó. Sin experiencia cayó rendido sobre las clavículas de la muchacha que hacía pocos minutos había alcanzado el empíreo, bailado con las estrellas. Una lágrima cayó de sus ojos, llena de éxtasis, cierto dolor y alivio, alivio por sentir el cuerpo sudoroso de Eren sobre el suyo, tan cerca, latido a latido, vibrando con vida. Daría todo por este único momento. Eren deslizó las manos por sus muñecas, pasó por sus antebrazos y arribó a su rostro. Acarició sus mejillas tintadas con puro amor, y contempló embobado. Dulce y candoroso se presionó contra los labios de Mikasa que temblaron delirantes. Entre lenguas se dijeron te amo. En el ambiente tórrido, ambos cuerpos unidos dejaron de ser dos para ser uno. Se besaron hasta que el cansancio vino. Cayeron rendidos, ella sobre su pecho y él aferrado a su cuello. Estaban destinados desde hace mucho tiempo, a concretar una dulce primera vez.
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