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Un Alma Rota En Caída Libre.




Saltos temporales, contiene spoilers del manga.
Si vas al día con el manga te sonarán muchas cosas, al igual que el anime, pues me basé en la última escena de este.



Sobre la mesa, una mano sangrante. Alrededor de su circunferencia perfecta, cuatro almas se alejan, tres de ellas, tan inmersas en un comienzo y tan lejanas con el paso del tiempo. Un alma rota, quebrada, va dejando tras sí, una mancha. La mancha de sus quejidos, de sus lamentos. En su apariencia, pusilánime él se muestra. Delante, ve a sus amigos, ve a su brillo, desvanecerse hasta la temerosa oscuridad. Él sabe que su mancha alquitrán, enturbiará los océanos claros de sus amigos, sus ojos que aún guardan esperanza. Él está ahí, delante como el mismo de siempre, pero ellos saben que no es el mismo de siempre, se están engañando. Él, es un monstruo, o aquella etiqueta le han puesto. Él será un monstruo, que hará sangrar la tierra.

Sin embargo, reflejado en sus ojos, sus iris grises que se van llenando de lágrimas, él es un humano.

"No te alejes, vuelve a casa, tú...no eres un monstruo", dice ella, suspirando, sorbiendo sus sollozos. Mientras, a un costado, el muchacho de cabellera de oro, lo mira anonadado, sin creer en el monstruo que se ha convertido.

"Insistes en aferrarte a un yo que no soy yo sino un producto de tu mente esclava. Eso es lo que eres, una esclava, y siempre he odiado a la gente como tú. Sin libertad, sin libre albedrío, una mera esclava", dice, de forma despectiva, intentando serlo, aparentando, simulando una piel de monstruo.

Ve enturbiar sus ojos con la neblina de las lágrimas. Lentamente sus orbes brillan, brillan dolorosos. Acostumbramos a admirar la luz majestuosa de las estrellas, pero, ellas cuando colisionan, explotan, duelen, su luz hiriente quema. Y, ahora mismo, sus estrellas explotan, quemando el interior de sus ojos. Ella tiembla, y él, con el corazón en su garganta, cree que algo más duele, algo más arde que sus ojos. Sino su pecho.

Entonces es suficiente, suficiente para él y para su amigo, quien gatea desesperado por la mesa para estampar en su rostro un puño. Entonces es suficiente y se alegra de recibirlo. Sin embargo, cuando está preparado para el golpe, un golpe más brutal acontece. Ella, la chica que derrama lágrimas por un corazón roto, la ve sujetar sin opciones, a su amigo. Lo presiona contra la mesa, defiendo al monstruo.

¿Por qué defiendes a un monstruo?, piensa mientras ve desilusionado al rubio, inmóvil, bajo el agarre de Mikasa.

"Tú...no eres un monstruo", recuerda a la joven, sus palabras un tanto demasiado esperanzadas.

Lo soy, Mikasa, un monstruo que teñirá el mundo de rojo.

"Te odio, siempre, desde pequeños", dice en un ciclo, sangrando en las garras del infierno. Mintiendo.

Entonces, sin conciencia de sí mismo, recibe un golpe, el mundo se oscurece, su quijada herida, su pecho doloroso. El quiebre de una amistad es como la muerte, cuando sucede no la sentimos, una herida tan profunda que incluso ya no duele, una conciencia apagada, al menos un instante. Sin conciencia, empuja al amigo que ya no es amigo, y se viste con carne de monstruo, bestia. Golpea de vuelta, una y otra vez, hasta el cansancio de sus puños. En su mente, mientras, resonando el violín trágico de un lo siento, no quiero hacerlo, te amo. Te amo como un amigo, un mejor amigo, un compañero, un hermano. Te amo como nunca, porque nadie antes me ha abierto los ojos ante un mundo ya complejo, maravilloso. El mundo exterior, aquel, me lo mostraron tus manos pequeñas, de niño. Tus ojos oceánicos y lustrosos, ahora me miran con ira.

Lo sé, me lo merezco, insultame por haber insultado los sentimientos de Mikasa, una chica que no ha hecho más que apartarme de los monstruos, los demonios.

"Detente", suplica ella, con sus manos trémulas, mirando desahuciada al mejor amigo en el piso, y al otro mejor amigo, con alma rota, golpeándolo tal toro cabreado. "Por favor, detente".

Ojalá pudiera hacerlo él, sin embargo, su destino se ha presentado ante sus ojos, inmovilizando sus manos, rodeando en sus muñecas, pesadas cadenas. No puede hacer nada más que seguirlo, y apartar a la gente que ama, para salvarlos de la destrucción masiva que acecha sus nervios, su pecho, su vida. Si alguien debe convertirse en un monstruo, de bruces se tiraría a las fauces del león, Eren, a fin de salvarlos. Sin embargo, duele.

Nadie dijo que dolería tanto.

Tembloroso, su pecho resuena, tembloroso, sigue su puño en juego, hiriendo, lastimando, quebrando una amistad verdadera. Su amigo se retuerce en el suelo, mira hacia arriba cuando nada más puede hacer que soportar el dolor de los golpes y del corazón, y le escupe en la cara una sentencia dolorosa, una verdad horrorosa.

"No eres libre, bastardo esclavo", dice agrio, mirando a su ojos esmeralda.

Entonces, a él se le escapa una lágrima. Los nervios no dan más, el dolor derramado no sabe dónde caber, se escurre a los lados, se desborda desquiciado. Sin embargo, contiene la lágrima en la comisura de sus ojos, el rabillo. No se desliza, quieta, reposa como adorno angustioso ahí.

Ella cae, Mikasa, de rodillas al costado de Armin. Hombros rendidos, y duele, duele ver destruida a la única persona que puso fé en ti, en que tu alma rota pueda reunir sus pedazos. No puede hacer más que observar, ella, la escena conmocionada, la conmoción tan intensa que congela tal glaciar sus músculos. Él la mira, pero prefiere no hacerlo, si la continúa mirando se derrumba, su castillo de naipes aparentado se desmorona a su lado. La mira, y se pregunta si algún día volverán esos brazos cálidos a abrazarlo, a acogerlo cuando se arrepienta. Pero entonces será tarde, el mundo arderá en llamas rojas, sangrará. La mira, y no quisiera mirarla, pues ella le levanta la mirada, y en ellos incluso puede observar más dolor que en los suyos se refleja.

Pero entonces, nuevamente se observa con sus ojos, su figura estampados en sus iris, y no encuentra a la bestia desquiciada que en los ojos de Armin, sino, un chiquillo trastornado, derrumbado, de diecinueve años con el poder de destruir a la humanidad en un chasquido. Un humano roto.

Un mero humano roto.

¿Por qué insistes en mirarme como humano? Soy un monstruo.

¿Acaso no ves el corazón vacío, acaso no ves mi piel de diablo? Mi rostro cansado, mi apariencia ya no es de un humano, es de un monstruo horrible. Mira, mira que tan grande es el monstruo, que me devora al interior. Mira, mira el resultado de sacrificar a la humanidad en un genocidio masivo. Mira, mira el rostro estridente del hombre que dice odiarte, y niega sus sentimientos.

Pero en sus ojos, aún sigue reflejándose dulce, con cariño. Entonces él sabe que después de la tormenta, podrá regresar a los brazos de ella, los únicos dispuestos a abrirse para él. Una ligera esperanza brota en su corazón, tal vez, tal vez, tan solo tal vez, si ella le confiesa, escapan y todo vuelve.

¿Dónde estoy?, se pregunta él, atrasando el tiempo.

Ella lo mira con ternura, ella se sonroja, él le pregunta: "Mikasa, ¿Qué soy para ti?" Ella casi no respira, el pulso lo siente a mil en su garganta, agazapado en sus cuerdas vocales. Ojalá pudiera él escucharlo retumbar, así no habría necesidad de explicar. Y de alguna manera, no hay necesidad de explicarlo, él sabe lo obvio, pero con esa chispa, esa necesidad flamante de querer oírlo de sus labios, la arrincona hasta que exprese sus sentimientos. Pero es una situación estúpida, ella, demasiado nerviosa, dirá lo previsto en sus memorias. Y él, se convertirá en el monstruo que siempre ha estado destinado a ser.

¿Puede alguien caer tan bajo?

Caer, caer, caer, sigo cayendo...¿no tiene el infierno un fondo, ni el fondo un fondo definitivo?

Quizá, la tormenta del infierno, es no tocar nunca fondo, caer en caída libre, sostenida, y para siempre. Un alma rota seguirá cayendo, cayendo y cayendo.

Si muriese, ¿seguiría cayendo?

Entonces, cuando ella se acerca calma, con un rostro regocijado de un gozo indescriptible por liberar a su amor, con la espada en mano, él le agradece. Le entrega una última mirada, concentrada en agridulce sabor, la mirada más pesada y dolorosa antes vista. Y ella corta su cabeza, liberándose y liberándolo en un mutuo acuerdo. En su mente, ella besa al Eren al cual confesó su amor, al Eren que escapó con ella para vivir en paz sus últimos años de vida.

Quizá, la única manera de ser libre, es muriendo.

Pequeños One-shots Eremika. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora