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Pudoroso Amor.
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Y luego de un gran tiempo, finalmente estoy aquí de vuelta con otro escrito pequeño para esta historia de  compilaciones.
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Los nervios de Mikasa se encontraban a tope. El micrófono en sus manos temblaba al son de los latidos desenfrenados de su corazón. Demonios, incluso podía sentir que le ardía, un calor tan poderoso y abrumador como para abarcar toda la zona y quemarla con su frondoso calor. Nunca pensó que se pondría de esa forma, bueno, tal vez un poco, pero había pensado que si se atrevía, los miedos se esfumarían como esporas de un cigarrillo al aire. A Mikasa no le gustaba llamar la atención, si pudiera quedarse en una esquina, o no, mucho mejor, ni siquiera salir de casa, y mucho menos para fiestas atiborradas de gente, lo haría gustosa. Pero, no pudo evitarlo. Su pequeño grupo de amigos había organizado una reunión para festejar el aniversario de su grupo, y por supuesto, estaba invitada. Bien, Mikasa podría lidiar con la fiesta manteniéndose oculta, enmascarada entre los demás rostros, bajo perfil, y cuidando de que nadie la notara, sin embargo, a todos se les había ocurrido la maravillosa idea de hacer karaoke, y la pésima idea de obligarla a cantar. 

Bien, se dijo Mikasa, podía hacerlo.

En las últimas semanas había pensado que debía mejorar aquel tipo de ansiedad social que atravesaba. Mikasa no sabía lo que era, y si era o no una ansiedad social diagnosticada, pero se sentía como tal. En las reuniones, con ya fuera un gran o minúsculo número de personas, su cuerpo entero temblaba, con gran frecuencia quería llorar y experimentaba una enorme presión a la hora de hablar o pasar por delante de ellos. Hubo un tiempo en que ni siquiera se atrevió a salir de casa para ver a sus amigos, amigos que por lo demás había conseguido en la época de su vida en la cual no era asustadiza de las personas, ahora, incluso hasta con ellos se sentía incómoda y le daba pánico relacionarse. En los últimos días, Mikasa se había propuesto cambiar, trabajar en ella para lograr una mejora considerable y dejar de temer a las personas injustificadamente. Y por ello, cuando le dijeron y casi obligaron que cantara, Mikasa, a pesar de yacer demasiado temerosa, se había atrevido a musitar un sí por lo bajo, muy bajito. 

Sin embargo, ahora se encontraba estremecida, temblando, y para nada bien. No se sintió como un ambiente inocuo el cual podría superar. 

Mikasa miró la gran pantalla de la televisión, las letras comenzando a aparecer junto con una lenta melodía. Se trataba de una de las típicas canciones juveniles de moda, que sus amigos escuchaban hasta el cansancio. Habían escogido por ella, y ella, tímida, aceptó sin chistar. Se sabía la canción, pero no era de sus gustos, y no se sintió cómoda cantando una canción que no le gustaba. Embarazosa, trémula, pavorosa, y con la presión de estar a segundos de cantar, Mikasa anheló con fuerza perecer ahí mismo. No podía con la vergüenza. ¿Y si se equivocaba? Bien, sabía que aun cuando se equivocara estrepitosamente, no serían sus amigos los que la iban a atormentar con burlas o bromas, incluso se lo tomarían bien, reirían y continuarían en lo suyo, en sus actividades más entretenidas que molestar a Mikasa, pero sería ella, la propia Mikasa, quien se iba a recriminar hasta la muerte. Y de algún modo creía en la maldad de sus amigos para burlarse como por influjo del corazón, a pesar de su mente saber que no lo harían. La ansiedad social no era un chiste, era algo sumamente grave, y doloroso. 

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