6.

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Sortija De Café. 

Moira








“Estoy enamorada de él;

Pero él ama a otra”. 

“Tal vez era el café, que nos tenía destinados 

A encontrarnos y acompañarnos.

Lastimosa he de saber, que un café puede tener

El sabor más amargo de todos.” 





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En la mesita de madera barnizada, una taza de café reposa bella a la vista. Detrás, el divino paisaje originado por la luz del ocaso, endulza la apariencia del café en la mesa. Tonos cálidos, amarillentos y anaranjados. Parece un cuadro, una obra de arte que refleja lo mundano de la vida cotidiana, su vida cotidiana. Ella contempla la obra de arte, como si, cansada de la rutina y de las mismas vistas, buscara una entretención en un cuadro, cualquier evento ajeno a su rutina aburrida. Es sólo un café, si lo piensa, no debería ponerle mucha atención, pero quizá no es tan sólo el café, sino, la figura de un hombre inmerso en sus apuntes. Un bolígrafo en sus manos, una libreta en la otra. El ceño fruncido y unos ostentosos lentes redondos en el puente de su nariz. 

Es lindo. 

Oye a las campanas de aire, sonando al abrirse la puerta principal de la cafetería. Un nuevo cliente, con apariencia de detective arquetipo de las películas, con su gabardina larga beige, sus mocasines de cuero negro, y su cabello cayendo en ondas sobre sus hombros. Ella se distrae un instante en su apariencia, y olvida la figura del hombre concentrado en sus apuntes. Es su deber atenderlo, así que se levanta del taburete en el que yacía, y se dirige a él con parsimonia. Le indica donde sentarse y le pregunta qué desea servirse: un café cortado. Ella asiente y con celeridad retoma su camino al mesón donde estaba apoyada. En el trayecto, muy próxima al hombre lindo, su fragancia, como un perfume, desliza a sus narices. 

Acaramelado, un olor acaramelado. 

Se detiene por segundos, en los cuales duda de girarse para verlo más cerca, sin embargo, sus músculos no reaccionan a su huroneo, y estática, permanece por largos segundos más. De repente, una chispa se activa en sus venas, e hirviendo en su torrente sanguíneo, la induce a moverse para concluir su tarea inicial, que era preparar un café al nuevo cliente. 

Y sin embargo, el aroma no la abandona por todo el día restante. 

Él, finalmente se marcha. Toma su libreta y la cierra, mete el bolígrafo en su cartuchera, y dejando propina en la mesa, se va. Parece que el horizonte perdió su hermosura, ya no es atractivo para la vista. Mikasa se siente decepcionada, es perder la diversión, arrebatar el juguete a un niño. 

Y sin embargo, él todavía sigue ahí, él no abandona su mente por todo el día restante. 


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Las campanas de aire resuenan con su agradable tintineo. La puerta de entrada es abierta. En la misma mesa central, próxima a la ventana, el hombre toma asiento. El paisaje parece adquirir su hermosa tonalidad, y el pecho de Mikasa revorborra en alegría. Ha vuelto, se dice.

Pequeños One-shots Eremika. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora