Dᴀʏ 27✓

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•ᵈᵃʸ 27: On one of his birthdays/En uno de sus cumpleaños•

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•ᵈᵃʸ 27: On one of his birthdays/En uno de sus cumpleaños•

Lo había repetido durante todo el camino, obteniendo una risilla de parte del rubio, quien negaba a sus palabras con una sonrisa confiada, asegurándole que todo estaba bien y que no había nada que no le gustara.

Odiaba las sorpresas. Las luces apagadas que se encienden de repente y luego los gritos de las personas que antes estaban escondidas detrás del sofá o debajo de la mesa, sobresaltándolo junto con el confeti cayendo sobre su cabeza. No, definitivamente nada de eso le gustaba, lo ponía nervioso, como cuando veía esas escenas en la televisión. ¿Que tenia de divertido?, los de corazón débil podrían morir debido a eso, incluyéndose.

Al despertar y ver el numero rodeado con rojo, lo supo, Maehara lo acabaría sorprendiendo como los años anteriores, es por eso que decidió dejar las cosas bien en claro al verlo, como los años anteriores (otra vez). Aunque solo Maehara sabia lo que le esperaba al llegar la noche

(...)

Lo tomo de las manos, ayudándolo a bajar del auto. Abrazo su cintura cuando tuvo que subir el porche de la casa, alzándolo para evitar que se cayera, y al estar delante de la puerta tomo su mano, elevándola para que la apoyara sobre la madera, indicándole en un suave susurro que debía golpear. Isogai cerro su mano, formando un puño, y dio pequeños golpecitos, esperando a que se abriera.

Pasos se oyeron del otro lado y luego el rechinido que hizo al ser abierta. Espero, pero la voz del rubio no resonó, frunció el ceño con confusión, dispuesto a sacarse la corbata que cubría su visión, pero antes de que pudiera hacerlo una mano tomo su muñeca, tirando de ella para que comenzara a caminar. Suspiro de alivio, soltando una risita después

—Creí que me habías dejado solo, ¿A donde vamos?

No obtuvo respuesta, solo la misma persona obligándolo a caminar. Sus oídos estaban atentos a su alrededor, pero el silencio de la casa y el sonido de sus pasos era lo único que oía, no hubo gritos, ni luces apagadas, ni tampoco el confeti cayendo de repente, solo caminaba sin tener noción de hacia donde se dirigía

—Maehara, ¿A donde vamos?

El silencio fue su respuesta, pronto la punta de sus pies choco con una pared, agacho su cabeza, olvidándose de la falta de visión antes de que un apretón de manos lo jalara levemente hacia arriba, indicándole que debía de levantar su pie para pasar los escalones. 

Paso a paso y con cuidado fueron subiendo las escaleras, para Isogai parecía una eternidad, el tiempo pasaba y el silencio del contrario le hacia pensar algunas cosas: o estaba siendo ignorado o la persona que había abierto la puerta lo estaba guiando en ese preciso instante a algún lugar que desconocía, sus preguntas solo podían ser respondidas por una sola persona.

Se detuvieron, frunció el ceño, separando sus labios para hablar, pero un pequeño empujón lo obligo a callarse y a chocar apenas con la puerta que había delante. La tanteo hasta dar con la perilla, abriéndola, el aire fresco lo golpeo de repente

—Ya puedes ver

La voz de Maehara se colo por sus oídos de manera cálida y dulce, acato la orden con nervios, parpadeando para aclarar la vista borrosa.

Luces pequeñas, el atardecer pintado de un bellísimo color naranja, velas, mantas, almohadas y futones, y lo más importante, él. Allí parado con elegancia, sonriéndole de la manera más hermosa que el pelinegro pudo adorar. Se acerco y le tendió una mano, entrelazándola con la suya cuando estuvieron unidas

—Tu y yo nos quedaremos aquí hasta el amanecer— se giro, llevándolo consigo— Mi regalo para ti... —lo coloco delante, señalándole el cielo, y lo abrazo por detrás, dejando un beso en su hombro— Es este

La iluminación del cielo comenzó a cambiar, el blanco brillante de la luna pronto se convirtió en un tono rojizo como la llama del fuego, el cual teñía con lentitud cada parte de ella, brillando en los ojos de Isogai

—Feliz cumpleaños, cariño

La cariñosa voz de Maehara lo hizo sonreír, colocando sus manos sobre las contrarias, apreciando ambos el precioso eclipse que adornaba el cielo de manera única

La cariñosa voz de Maehara lo hizo sonreír, colocando sus manos sobre las contrarias, apreciando ambos el precioso eclipse que adornaba el cielo de manera única

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