Capítulo 19: DiscretaNette

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Marinette era muy buena guardando secretos. Todo el mundo pensaba que era un libro abierto y creían ver con claridad todo lo que había que saber sobre los recientes cambios que había mostrado, sobre su siempre cambiante relación con Adrien, pero se equivocaban.

Cuando llegó el día de descubrir la identidad de Chat, tomó una decisión. Si hasta el momento había sido tan discreta y reservada con su identidad como superheroína y guardiana, protegiéndola a capa y espada, iba a ir un paso más allá por él. No sería ella quien lo pusiera en peligro, no podría perdonárselo. Así que que guardó todos sus secretos bajo siete llaves y los llevó muy profundo, muy lejos de su corazón y de mirada. Tanto que algunos parecían hacer dejado de existir, como aquella pulsera de cuentas que se desparrama por la habitación al romperse, corriendo en tantas direcciones, escondiéndose en huecos y rendijas, haciéndole imposible encontrarlas todas.

Pero ella le puso la lupa sobre una cuenta perdida que le hizo recordar el dolor que le producían aquellos recuerdos y sentimientos enterrados. Supuso que, estuvieran en el mismo bando o no, ella siempre había tenido la cualidad de sacarla de su zona de confort.

—Marinette... —la llamó de nuevo al verla totalmente perdida en sus pensamientos—. Yo..., he practicado millones de veces esta conversación en mi cabeza, y con mi terapeuta también si tengo que decirlo, y ni aún así sé bien lo que decir, pero lo sien... —Las lágrimas se agolparon en sus ojos y la voz se le cortó, tuvo que carraspear—. Lo siento.

Marinette no tenía voz, solo podía observar a Chloé con el rostro contrariado por las lágrimas. Por suerte, nadie les prestaba atención.

Estaban en una pequeña y hogareña cafetería que atendía la propia dueña. Tenía dos diminutas habitaciones. La primera era muy luminosa, con un mostrador lleno de pasteles y galletas y varias mesas, una de ellas junto a la enorme ventana. La otra, más oscura, tenía un sillón en la esquina junto a una lámpara, una mesa alta con dos taburetes elegantes y, al fondo una altísima estantería llena de libros que ocupaba toda la pared y que necesitaba una escalera para alcanzar los estantes superiores. Ellas estaban escondidas bajo la escalera metálica, en dos cómodas butacas y con una mesita de café de roble donde descansaban sus tazas de chocolate sin tocar. Sí, Chloé pidiendo una taza de chocolate deshecho, ya con eso tendría que haber supuesto que iba a ser una reunión extraña y que no iban a hablar de las novedades del caso de Adrien en los medios, que finalmente comenzaba a remitir.

—Supongo que no tengo derecho a decir esto —suspiró Chloé, desviando la mirada—. Y mira, lo entiendo... Yo... Yo no tengo excusas, la verdad.

Inconscientemente se pasó las manos por los pantalones negros acampanados, unos de tiro muy alto y con seis botones dorados cosidos en dos filas de tres. Le quedaba tan pegado al cuerpo, al igual que su top negro de manga larga, que Marinette podía ver con claridad como Chloé estaba a punto de hiperventilar por el llanto.

—Fui egoísta y grosera y una mala persona —continuó Chloé—. No me di cuenta de lo que implicaban mis acciones, hasta que punto hacían daño a los demás, a ti... Especialmente a ti. Incluso así me diste la oportunidad de cambiar cuando, cuando yo, cuando yo no la merecía. Si yo hubiera estado en tu lugar no lo habría hecho y.. —Chloé se limpió distraídamente las lágrimas con el dorso de la mano—. Los defraudé a todos. Me equivoqué, una y otra vez, ¡y de qué manera! No fue hasta que me di de lleno conmigo misma, que tuve que enfrentarme a mí, no a nadie más, no a enemigos imaginarios ni conflictos que yo misma creaba para evadirme, sino a mí... Fue entonces cuando me di cuenta de lo que me odiaba a mí misma. A veces creo que incluso ahora lo sigo haciendo...

La última frase fue apenas un suspiro en sus labios, pero Marinette estaba tan atónita escuchando sus palabras que pudo escucharla con claridad. Y por primera vez vio la verdadera razón por la que Adrien, que había sido el que la había alejado de su vida con más pesar que nadie, pero aún más firmeza, la había vuelto a aceptar. Por primera vez no había lágrimas de cocodrilo ni actuaciones de falsa bondad, tampoco disculpas falsas y vacías que se podían repetir una y otra vez sin que sus labios sufrieran porque no eran verdad. Marinette había pulido muy bien su radar para las mentiras con el paso de los años y Chloé no mentía.

—¡Oh, no! ¡No, por favor! ¡Marinette, no llores! —le pidió Chloé, tendiéndole una servilleta limpia de la mesa.

Marinette ni se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que lo mencionó. Las lágrimas caían sin cesar, irritando sus mejillas e impactando sobre la piel de sus puños, que apretaban con fuerza la falda blanca de su vestido. Aceptó el pañuelo y se limpió las lágrimas, aún confundida.

—Lo siento mucho, yo no quería hacerte llorar, yo solo... —Chloé suspiró y de repente pareció que había perdido toda la fortaleza de los músculos, hundiéndose en sí misma, con los hombros caídos y la cabeza gacha—. Quería disculparme por todo lo que te hice en el pasado, lo mal que me porté, no hay día en que me no me arrepienta de lo ruin que fui y no hay día en que no intente remediarlo, ser mejor, pero... Supongo que el tiro me ha salido por la culata —Chloé rió por lo bajo, pero no había diversión en su rostro—. Supongo que solo he conseguido hacerte daño de nuevo, lo siento. Supongo que al final esto era algo de mi ego, y no pensé debidamente en lo que sentirías al escucharme.

Chloé se levantó en un gesto torpe, limpiándose las lágrimas y evitando cruzar miradas con Marinette, muerta de vergüenza.

—Lo siento muchísimo —se disculpó una vez más, antes de coger su bolso y marcharse.

Marinette la detuvo. Agarró su mano antes de que tuviera ocasión de escaparse. Chloé la observó con los ojos abiertos de par en par.

—Siéntate —le pidió Marinette.

Lentamente, y sin quitarle la vista de encima, Chloé se sentó. Estaba estupefacta, pero quizás no tanto como lo estaba la propia Marinette.

Las palabras de Chloé habían logrado sacar algunos de los secretos que tenía tan bien guardados, incluso de sí misma. Marinette sintió que muchos de los dolores, frustraciones, humillaciones y mentiras que la habían torturado de adolescente se habían convertido en polvo.

—Gracias —susurró Marinette y ambas supieron que no se refería a que se hubiera sentado de nuevo.

Marinette siguió sujetando la mano de Chloé y ésta, al escuchar sus palabras, agarró también su mano en una presión cálida y fuerte, aunque le temblaba el pulso. Sin separarse, rompieron a llorar juntas.

Viernes, 19 de marzo de 2021

¡Hola a todos, lindas flores!

Bueno, este ha sido un capítulo un poco difícil, pero también bueno para mi pobre corazoncito. Sí, fui de las que sintió pena por Chloé cuando pasó lo que pasó, pero lo entiendo. A diferencia de Lila, creo que Chloé si podría ser una antagonista que se redime, pero para eso tiene que hacer un ejercicio de introspección y entender que sus acciones hacen daño y que no puede ser tan narcisista de solo pensar en su propio beneficio y placer, neutralizando o utilizando a los demás en el proceso. Si tus buenas acciones no nacen porque realmente te preocupen los demás, sino porque te importa la imagen que los demás tienen de ti y los beneficios que puedes obtener de ello... Perviertes esas mismas acciones. Pero bueno, me gustaría tener la esperanza de que en un futuro se dará cuenta de sus errores por sí misma y cambiará a mejor. Soy de esas que siempre espera lo mejor de los demás, que le voy a hacer... No puedo quejarme de que Adrien sea tan penco después de todo.

Bueno, pues con esto y un bizcocho, ¡nos leemos mañana!

Los secretos de MarinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora