Capítulo 21: Panadera

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Baguette, bagel, focaccia, pan de centeno, knäckebröd, mantou... Esos eran solo algunos de los aromas que perfumaban todos los días el hogar de los Dupain Cheng. El aroma de las harinas, el fuego del horno, la crujiente corteza tostándose al calor, formaban parte de cada uno de sus recuerdos. La calmaban y tranquilizaban. La primera mañana que despertó en su apartamento escasamente amueblado lo que percibió incluso antes de abrir los ojos fue la ausencia del perfume de la panadería inundando cada rincón de su hogar. Se sintió muy sola y triste. También se sintió como una bebé al tener esos sentimientos al verse al fin independiente. Así que no se lo había reconocido a sus padres, pero había tomado otra decisión.

Cada domingo se levantaba muy temprano, mucho antes de que saliera el sol, aunque eso requería de toda su fuerza de voluntad. Iba a casa de sus padres y se encerraban en la panadería hasta cubrirse de harina.

—¡Papá! —exclamó Marinette, sacando la bandeja de bagels del horno—. ¡Esta hornada ya está lista!

—Marinette, cariño, llévaselas a tu madre que ya está preparando el mostrador —le pidió su padre mientras enrollaba los croissants.

Marinette cogió la bandeja y fue a la entrada, donde su madre estaba colocando las rosquillas de chocolate con mucho mimo y cuidado. Colocó los bagels en el expositor de al lado. Su madre estaba tarareando una cancioncilla que se le hacía familiar, pero desconocía la letra. Sin embargo, pudo seguir con la melodía. Su madre sonrió a su lado mientras seguía trabajando, las dos con la canción en los labios.

Terminaron de ordenar todo y se dirigieron de vuelta al horno.

—Venga, vamos a ayudar a tu padre —le pidió su madre, palmeando suavemente su hombro.

Entraron y se encontraron con su padre untando de mantequilla los croissant crudos. Marinette y su madre volvieron a la mesa y se pusieron a amasar las baguettes, que era lo último que quedaba antes de abrir. A la gente le encantaba empezar el domingo con el pan humeante y calentito. Su madre y ella siguieron tarareando su canción y sonrieron divertidas al ver que su padre las seguía sin darse cuenta.

Marinette inspiró hondo, con todos los aromas calando profundo dentro de ella. La sonrisa no podía abandonar sus labios, menos cuando sus padres seguían tarareando aquella cancioncilla como si fueran dos instrumentos diferentes que se acoplaban perfectamente el uno al otro. Que estuvieran poniendo caras raras mientras tanto no la ayudaba demasiado, así que no pudo sino soltar una risita. Sus padres la observaron con curiosidad y un brillo divertido en la mirada, pero no dejaron de tararear.

Por mucho que odiara madrugar, por muy difícil que pudiera ser su día a día, por muy agotada que estuviera, Marinette no cambiaba aquellos domingos entre harina y aroma a pan recién hecho por nada del mundo.

Domingo, 21 de marzo de 2021

¡Hola a todos, lindas flores!

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¡Hola a todos, lindas flores!

Un poco tarde, lo sé, se me han juntado las horas del día. Lo bueno es que si aguanto despierta una hora más puede que publique el capítulo del 22 a las doce jajajajaja. 

Con esto y un bizcocho, ¡hasta mañana!

Los secretos de MarinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora