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     — Lo siento, Hinata, no puedo hacer eso. — La mandíbula del menor cayó con sorpresa e incredulidad al escuchar las palabras de su profesor. — Anda, no creo que sea tan malo trabajar con Kageyama, es un buen chico.

— Sí, claro. — Suspiró frustrado revolviendo sus cabellos. — Bien, gracias, supongo.

— Nos vemos. — El profesor se retiró. Shōyō se giró, el salón ya estaba totalmente vacío, bueno, casi vacío.

Al observar su asiento, notó al lado al azabache mirándole fijamente, con su expresión seria, pero de alguna forma Hinata creyó distinguir una sonrisa burlona. Rodó sus ojos.

— Redactaré la información y te la enviaré por correo más tarde, no me importa si no te agrada la idea. — Se marchó, intentando no devolverse y mostrarle el dedo corazón al mayor.

Caminó hacia la cafetería, con una expresión más relajada que antes, buscando con la mirada a su amigo. Al encontrar a Kozume, se acercó y tomó asiento a su lado después de comprar sólo un café, no tenía hambre, había perdido el apetito después de saber que tendría que trabajar con el amargo de Kageyama Tobio de todas formas.

— ¿Tuviste suerte?

— No. — Dejó caer su cabeza contra la mesa. — La vida me odia, estoy seguro de eso.

— Anda, no creo que pueda ser tan malo. — Hinata le miró, Kozume sonrió con inocencia.

— Incluso tú te sorprendiste porque ese hinchado tuviese pareja de trabajo... Demonios, nunca he sido intolerante, pero ese tipo... ¡Agh! — Kenma rió ante las palabras de su amigo. — Disculpa mi expresión, pero ¿Por qué es tan hijo de perra?

— Oye, baja la voz. — Pidió el rubio de repente, su amigo le miró confundido. — Hinata... No insultes a su madre, ni en broma.

— Oh, diablos, por supuesto que su madre no es culpable de que sea tan estúpido. — El mayor hizo una seña de que guardara silencio.

— Shōyō... — Hizo una mueca. — Kageyama perdió a sus padres cuando era un niño, no es común escuchar que se hable de ellos.

— ¿Sus... Padres...? — El menor cubrió su boca con sus manos. — Diablos, lo siento. — Kenma negó.

— No te preocupes, sólo no hables de ellos, si Kageyama te escucha puede que se moleste.

— ¿Se ha molestado alguna vez?

— No, pero el solo hecho de que te voltee a ver con esa mirada... — Kozume fingió tener un escalofrío. — Imaginarlo me causa terror.

— No creo que sea tan malo. — Suspiró. — Da igual. — Terminó de beber su café y se recostó en la silla, mirando a las personas que había en el sitio. A lo lejos pudo divisar a Kuroo hablando alegremente con un chico de cabello bicolor, a unos metros lejos de él se encontraba su amigo, Oikawa, abrazando a su pareja, Iwaizumi, quien fruncía su ceño. A Shōyō le entró curiosidad. — Kenma.

— ¿Sí?

— ¿Hay relaciones entre alfas? — Kozume se giró un poco, mirando también a Tōru y su pareja.

— Parece ser posible. — Respondió el rubio, restándole importancia a la pareja. — No es algo que sea parte de nuestra naturaleza, pero amor es amor ¿No? Solo no podrán reproducirse, no es nada del otro mundo.

— Entiendo... — Sonrió, no entendía cómo Tōru se camuflaba tan perfectamente como un alfa. — Me iré primero.

— Te acompaño, no quiero estar aquí. — Ambos tiraron la basura en su sitio y después caminaron hacia su salón, conversando sobre lo que llevaban hecho del proyecto. Hinata le comentó a Kozume que se encargaría de la redacción del trabajo, y que realmente no le importaba si Kageyama no lo tomaba en cuenta, tendría pruebas de su trabajo si el azabache hacía algo diferente y no le daba sus merecidos créditos.

𝑻𝒉𝒆 𝒄𝒐𝒍𝒅-𝒆𝒚𝒆𝒅 𝒃𝒐𝒚 - 𝑲𝒂𝒈𝒆𝑯𝒊𝒏𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora