16

7K 743 172
                                    

Treinta y dos días desde el accidente.

Hinata enrolló sus brazos en el cuello del azabache, quien le llevó hasta el baño, y una vez allí le ayudó a sostenerse de una barra para que no cayera.
Desde el momento en que despertó había sido Tobio quien le había ayudado en casi todo, se sentía avergonzado al comienzo cuando el ojiazul se ofreció para ducharle, pues él era incapaz de hacerlo, pero en ese momento la vergüenza casi desaparecía por completo.
Kageyama giró el grifo de la ducha, dejando caer el agua caliente sobre el pequeño cuerpo del pelinaranja, quien cerró sus ojos disfrutando del agua mientras el mayor restregaba su cuerpo suavemente, dando en ocasiones suaves masajes en sus brazos, hombros y espalda.

— Se siente bien... — Susurró Shōyō, sonriente mientras los dedos del azabache frotaban con delicadeza sus hombros. — Hazlo ahí.

— ¿Te gusta? — Hinata asintió. — Bien.

Los masajes continuaron por unos minutos más hasta que terminó la hora de la ducha. Hinata secó su cuerpo con ayuda de Tobio, quien le sostenía para que no cayera, y al terminar, enrolló la toalla a su alrededor.

— Pediré que traigan tu desayuno. — Avisó el azabache, colocando la ropa al más joven, quien asintió de acuerdo. — Al parecer Tōru vendrá a verte al medio día por un momento, hace días que desea venir.

— ¿Por qué no... Había venido? — Tobio se encogió de hombros.

— Probablemente está ocupado con el asunto de Yachi y la universidad.

— Aún no me cuentas sobre eso. — Recordó Shōyō, Kageyama le miró, frunciendo un poco su ceño.

— Lo haré, lo prometo. — Hinata suspiró asintiendo antes de posar una de sus manos sobre la mejilla del mayor, quien se inclinó a depositar un cariñoso beso en sus labios. — Espérame aquí.

— Bien.

Kageyama salió de la habitación, dejando al menor solo. Hinata miró la andadera a un lado de la camilla y, con algo de dificultad, se colocó en pie, sosteniéndose de ella e intentando aumentar su hasta ahora récord de pasos sin ayuda del azabache.
Caminó por la habitación con las piernas temblorosas hasta que escucho la puerta abrirse nuevamente.

— ¿Tobio? — Preguntó, al estar de espaldas no sabía quién había llegado.

— No soy él, soy mejor. — Hinata sonrió, girándose y encontrándose con Kenma, quien se acercó, ayudando al pelinaranja a tomar asiento nuevamente en su cama. — ¿Qué tal has estado, Shōyō?

— He mejorado... Bastante. — Sonrió. — ¿Qué tal las cosas?

— Todo está en orden. — Aseguró, mientras sacaba de su bolsillo una barra nutritiva de frutas y se la extendía al menor, quien la tomó agradecido. — No se supone que comas esto, pero mientras el doctor o Kageyama no se enteren todo estará bien.

— No se enterarán. — Rió Hinata, comiendo la barra con prisa, pero degustando su sabor en el proceso. — ¿Qué tal Kuroo?

— Él está bien. — Respondió, sentándose al lado de Shōyō. — Endemoniado, porque Yachi sigue en la universidad, pero sé que pronto lograrán que se marche, y quizá que vaya presa.

— Oye Kenma. — Hinata se giró un poco hacia su amigo, rascando su mejilla nervioso. — Aún no recupero del todo la memoria. ¿Puedo saber qué pasó entre Yachi y yo? — Kozume apretó sus labios, mirando a otro sitio, pensando en sí era correcto. Si Kageyama no se lo había dicho aún era por algo ¿No? Pero había pasado un mes desde el accidente y creía que Hinata merecía saber lo sucedido esa tarde.

𝑻𝒉𝒆 𝒄𝒐𝒍𝒅-𝒆𝒚𝒆𝒅 𝒃𝒐𝒚 - 𝑲𝒂𝒈𝒆𝑯𝒊𝒏𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora