19

7.2K 725 366
                                    

Noventa y ocho días desde el accidente.

— Espera un momento. — Shōyō besó los labios contrarios y se puso de pie, caminando a la cocina.

Kageyama soltó un suspiro, agradeciendo a los dioses que su pareja se fuese. Bajó la mirada a sus pantalones encontrándose con un bulto que sobresalía de los mismos.
Desde aquella conversación con el pelinaranja, Kageyama se sentía extrañamente más 'deseoso', quizás era porque sabía que el menor no se negaría, quizás eran sus instintos, quizás era porque ambos estaban deseosos de más, y le frustraba no poder siquiera besar al ojimarrón sin que una erección se hiciese presente.

— Tobio. — Hinata volvió, acostándose junto al azabache y cerrando sus ojos. — ¿Cuándo puedo volver a la universidad?

— ¿No es muy pronto? — Carraspeó. — Quizá... Necesitas un poco más de reposo.

— Me siento bien. — Shōyō le miró, abultando sus labios. — Puedo caminar, y los anteriores síntomas fueron temporales, estoy como nuevo.

— Sí, quizás. — Kageyama le miró, notando sus ojos marrones fijos en él. — ¿Estás seguro?

— Totalmente. — Hinata se acomodó sobre el regazo del ojiazul, quien se tensó, llevando sus manos a las caderas contrarias con la intensión de alejar al menor de su cuerpo. — Tobio... ¿Qué sucede contigo?

— No sé de qué hablas. — Mintió, mirando a otro lado.

— Sí, claro. — Shōyō frunció su ceño. — ¿He hecho algo malo? No entiendo porque actúas así.

Kageyama negó una vez más, acción que frustraba al pelinaranja, pero no iba a insistir si el azabache no quería. Se alejó, acostándose al lado del mayor y tomando su teléfono para continuar su conversación con Tōru y Kenma, porque sí, habían creado un grupo entre los tres: "Omega's best ass is mine".

Hinata frunció su ceño al sentir una mano colarse por debajo de su camisa, acariciando la suave piel desnuda de su espalda.

— ¿Tobio? — Shōyō le miró. Jadeó al ver al mayor tan cerca, mirándole fijamente mientras una pequeña y burlona sonrisa decoraba su rostro. — ¿Qué... Haces...?

— Lo que ves, Shōyō. — Kageyama tomó el teléfono del pelinaranja y lo dejó a un lado antes de girarle y colocarse sobre su cuerpo, tomando sus muñecas y apresándolas sobre la cabeza del ojimarrón. — ¿Acaso no es lo que deseabas?

Las mejillas de Shōyō se sonrojaron antes de asentir, apartando la mirada. El azabache se inclinó a dejar un par de suaves besos en los labios del más bajo, esperando alguna acción del contrario.
Hinata sabía que deseaba esto, pero en ese momento se sentía tan nervioso que podría morir por ello. Sus brazos se estiraron hasta tomar la nuca del ojiazul y acercarle aún más a su cuerpo, sintiendo escalofríos.

— Tobio... Quiero hacerlo... — Aseguró, mientras las grandes manos contrarias recorrían su abdomen en movimientos lentos y suaves.

— Lo haremos. — Susurró, tomando las caderas de Hinata y acercándole aún más a su cuerpo. — Lo haremos, de la forma en que más te guste.

Hinata rió avergonzado, mientras llevaba sus manos a los bordes de la camisa del mayor y la retiraba, dejando a la vista su abdomen bien trabajado. Sus mejillas parecían no querer dejar ir el color, al contrario, se enrojecían cada vez más, pero es que el menor no estaba nada acostumbrado a algo como eso.

En resumen, eran ambos un par de vírgenes a punto de perder su virtud, aunque había cierto pequeño detalle desconocido para Shōyō.

Kageyama no era exactamente un santo, en su corta vida, y omitiendo su obsesión por el estudio, había experimentado 'ciertas cosas' y en su pequeña cabeza hueca tenía la clave para satisfacer por completo a un omega. Por supuesto que aquello jamás lo puso en práctica, antes no tuvo tiempo para amores, pero ahora tenía a Shōyō a su lado, y lo amaba, estando dispuesto a poner en práctica las barbaridades aprendidas en su adolescencia para hacerle sentir bien, para que no sólo él y su gran pene de alfa disfrutaran.

𝑻𝒉𝒆 𝒄𝒐𝒍𝒅-𝒆𝒚𝒆𝒅 𝒃𝒐𝒚 - 𝑲𝒂𝒈𝒆𝑯𝒊𝒏𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora