Patito triste

459 60 98
                                    

Cuatro días

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuatro días... llevábamos cuatro días encerrados en mi habitación pues Bal no tenía fuerzas para salir de la casa, tenía miedo...

Lo sabía, estaba aterrado, podía escucharle por las noches llorar hasta quedarse dormido, apenas y quería salir de la habitación.

Lo que más me dolía es que no sabía que hacer por él, trataba de darle todo mi amor, con su empaque de bolsillo lo mantenía a mi lado, incluso alimentándole de su comida favorita... pero estaba fallando.

Desperté para ver a Lu sentado al borde de la cama, sentado mirando como movía sus pies.

—¿Qué haces aquí Lu? —bufé medio adormilado.

—Vine a darle mi amor a Cani —sonrió triste, era probable que ya le hubieran contado.

—Gracias pero quiero estar solo —murmuro cansado para hundirse en mi pecho.

Lu lo pezco del pie para jalarlo hasta él, abrazándole sin importar que el pequeño pusiera resistencia.

—Debes salir de aquí Bal —le dijo cuando lo tenía entre sus brazos.

—No, no puedo —murmuró, sus ojitos empezaban a cristalizarse.

—Lu tiene razón —mencionó Santi entrando— Dios que raro sonó eso —negó confundido.

El latino se acercó para chocar puños con él, empujándome con su trasero para que le diera espacio.

—Quedarte aquí no resolverá nada —aseguró el moreno.

Bal le miró para negar.

—Haya afuera es un mundo que no hace más que lastimarme, aquí estoy seguro —asintió— si me quedo aquí nada me hará daño.

—No puedes pasarte la vida encerrado en el cuarto de un chico gay con adiccion a los patos —le recordó Lu.

—Si puedo... Wint me cuidará —aseguró.

Miré sus ojitos azules preciosos, esos ojitos que me rogaban nos quedáramos solos los dos.

—Claro que lo haría —sonreí.

Sentí la mirada pesada de ambos latinos, joder déjenme hablar antes de matarme con la mirada.

—Lo haría sin pensarlo porque te amo —le recordé— pero después que, no podríamos salir al cine, por hamburguesas que me debes —sonreí— no nos graduaríamos, ni mucho menos podríamos casarnos y tener nuestra casa con muchos hijos y perritos.

Mi nene me miró soltando una lágrima, lo atraje hasta mi para abrazarlo.

—Quedarnos aquí perdiéndonos nuestra vida por miedo es algo que no querría tu hermano —le recordé— él quería que fueras libre, que vivieras feliz sin miedo... no se lo debes porque no fue tu culpa de acuerdo.

Winter Jones, un nuevo invierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora