La impaciencia de un celo

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Eran pasadas de las 2 de la madrugada en esa calurosa noche de diciembre, una joven pareja duerme en una posición extraña y aparentemente poco cómoda, ocupando la mayor parte de la cama de dos plazas

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Eran pasadas de las 2 de la madrugada en esa calurosa noche de diciembre, una joven pareja duerme en una posición extraña y aparentemente poco cómoda, ocupando la mayor parte de la cama de dos plazas. No hay una luz que penetre entre las gruesas cortinas del ordenado cuarto.

Uno de los jóvenes restriega sus manos contra su vientre, lo siente quemar sus entrañas, sus piernas están inquietas, abriéndose y chocando de vez en cuando con el cuerpo de su pareja, su piel sostiene una pequeña capa de sudor que le resalta el color canela; los picados cabellos se mueven de un lado a otro a la par de como restriega su cara contra el colchón, ya que la almohada está tirada en el piso.

Su naturalmente sensible nariz, ahora tiene un aumento en su sensibilidad, conoce de aquellos espasmos y esos calores tan fuertes que le pasan por el cuerpo; para intentar calmar el cosquilleo de su vientre restriega su intimidad contra el colchón, de adelante para atrás, meneando su trasero por inercia.

Su pareja estaba prácticamente desmayado por el sueño, entendía que había tenido una jornada larga de trabajo y no quería molestarlo, creía que podía hacerlo por su cuenta, pero un intento en falso de levantarse de la cama le hizo darse cuenta de que no iba a ser posible.

Sus piernas parecen gelatina, sus brazos estaban sufriendo lo mismo, el cosquilleo de sus partes íntimas le da escalofríos por la columna vertebral, jadeó cuando una pequeña línea de lubricante se deslizó por su muslo hasta desvanecerse entre las sábanas, su rostro enrojecido de sobre manera.

— "No, no, no, Killua está dormido". Gon se levantó de la cama con sumo cuidado, apoyándose de los muebles para caminar, — "Estúpidas hormonas de omega". El moreno se muerde los labios al llegar hasta el placar, desesperado por encontrar alguno de sus supresores.

— "¿Donde están?, cuando más las necesito no aparecen". Gon rebusca entre su ropa, las piernas le tiemblan y su intimidad ruega por algo de atención, notándose por sobre su ropa interior, dejando a la vista el bulto marcado, para colmo de males la ropa se le estaba humedeciendo lentamente.

— "¡Si!". Pensó feliz de encontrar la cajita, —"Te odio Gon Freecss". La caja de supresores estaba vacía, pues su último celo había sido hace unos meses y como todas y cada una de las ocasiones, su celo es increíblemente fuerte, asumía que tenía que ser por la presencia de su pareja, pero aún así le molestaba.

Al saber que estaría indefenso y hambriento de calor, salió del cuarto que comparte con su novio y camino con la espalda en la pared hasta llegar al baño, abrió la puerta entre jadeos, pues su ropa interior ya comenzaba a quedarse pegada a su piel debido al lubricante natural que despide.

Con cuidado se sienta en la taza del inodoro, abre sus piernas para darles algo de aire y procede a quitarse su ropa interior, arrugó su nariz por los olores que despide sus hormonas; el ambiente se funde de un olor a pino y miel; se acaricia las piernas un poco, pellizcando sus muslos internos por manía; se muerde el labio al sentir una placentera punzada.

Mil y un notasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora