Sangre en la nariz

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—Qué asco, qué asco, qué asco, ¡Qué asco!— Gritaba Alluka mientras se limpiaba los bordes de su vestido con insistencia

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—Qué asco, qué asco, qué asco, ¡Qué asco!— Gritaba Alluka mientras se limpiaba los bordes de su vestido con insistencia.

—No exageres Alluka, solo es un poco de sangre...— Le reprocha Killua limpiando con un trapo su hacha.

—Aquí tienes Alluka, tal vez puedas limpiarte con esto— Gon le acerca una camiseta sucia a Alluka, la niña la tomó y comenzó a raspar su propio vestido con ella.

Los tres jóvenes estaban de camino por el pequeño pueblo ya sin nombre, la fila iba con Killua a la cabeza y con Gon de último, dejando a Alluka protegida en el centro, la noche no es muy fría, pero la poca ropa que carga cada uno hace que el camino sea dolorosamente lento, las calles están desoladas y sin una pizca de humanidad, ya que varios cuerpos inertes, ya esqueléticos, se desparraman por la vista. Gon camina con un bate en las manos, mirando constantemente hacia atrás mientras Alluka revisa la mochila que los tres niños comparten. Killua sostiene con firmeza el hacha en sus manos, confiando su espalda plenamente en su pareja, Gon ve a Alluka cerrar la mochila amarilla y colocársela nuevamente en su espalda.

—Tenemos solo una botella mediana de agua, dos bolsitas de pan algo viejo, menos de la mitad del frasco de carne seca y ya no queda ninguna fruta— Alluka nombra cada falencia, haciendo suspirar a los mayores.

—Esto es una mierda...— Susurra Killua mirando durante unos segundos el piso, para inmediatamente después poner su vista al frente.

—Tranquilos chicos, según recuerdo de aquí a dos calles hay una fábrica de comida no perecedera, tal vez podamos tomar algunas cosas útiles...— Gon cerró la boca al recordar que no tiene ni agua ni tiempo para cocinar y no podían vivir a miel, chocolate y legumbres.

—Gon tiene razón hermano, deberíamos arriesgarnos en entrar en algún local, es muy seguro que no todos fueran saqueados— Alluka siente su ánimo subir gracias al positivismo de su cuñado.

—No me gustaría arriesgarlos, si alguien va a entrar a esos lugares seré yo— Killua cruzó una diagonal, moviéndose cauteloso por pasillos poco estrechos.

—Pero...— Gon fue interrumpido por una mirada extraña de Killua, se mostraba entre preocupado y decidido, el moreno no discutió con su pareja.

Luego de hacer dos cuadras entraron a una zona más residencial, tenían que entrar a aquellas casas, sabiendo que tal vez esas cosas los esperen dentro, la fila recta se rompió, dejando a Alluka pegada a la espalda de su hermano, mientras Killua tomaba el pomo de la puerta y Gon se mantenía a la defensiva, con el bate elevado y listo para romperle el cráneo a cualquiera que les salte encima. La puerta fue abierta lentamente, causando la menor cantidad de ruido posible, al primer vistazo la casa parecía vacía, mientras
Killua avanza con Alluka a su espalda, Gon cierra la puerta principal sin despegar la vista de los hermanos.

La casa solo tenía una planta y desde afuera no se veía muy grande, por lo que caminaron los tres juntos, abriendo una a una las puertas de la casa, la primera habitación parecía la de unos niños, pero estaba completamente vacía, la siguiente era una habitación matrimonial, antes de abrir la puerta Gon detuvo a Killua, había escuchado algo dentro, los dos chicos tomaron sus armas y dejaron protegida a Alluka, el moreno abrió la puerta despacio, el ruido se hacía más fuerte, sonaba asqueroso, como carne retorciéndose en fluidos viscosos. La criatura no se acercó a ellos, debido a la soga que la ataba al techo desde el cuello, Alluka se cubrió la boca y cerró los ojos, protegiéndose en los brazos de su hermano mayor, éste acarició la espalda de la niña mientras miraba con tristeza a su pareja, Gon le pidió el hacha a Killua y este se la dio sin dudar.

Mil y un notasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora