11. evocaciones ilusorias.

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Mis ojos se abrieron parsimoniosamente al oír ruidos a mis espaldas. Me extrañé al ver la televisión enfrente de mí y no el rostro de Jaemin, pero me extrañé aun más cuando, al incorporarme del lugar en el que me encontraba, me viese sobre el sillón y no sobre mi cama. Y, cuando desperté por completo y esos segundos de inconsciencia que siempre se sienten cuando despiertas, recordé. Recordé el rostro de decepción de Jaemin al verme intruseando entre las cosas, recordé la conversación que tuvimos, incluso el momento en donde me dormí entre sus brazos.

Una punzada me tocó el corazón. Me sentía decepcionado al saber que esta era mi realidad. Quería pensar que tal vez todo se trataba de un sueño, que en el fondo Jaemin y yo seguíamos siendo tan felices como antes, sin embargo, me doy cuenta de que estoy despierto al recordar cada una de las sensaciones como si estuviese viviéndolas otra vez, y al recordar, sobre todo, el infierno al cual he estado sometido desde hace varias semanas.

—Buenos días, Jeno —oigo decir a una voz grave a mis espaldas. Me giro para ver de quien se trata, y Jaemin me mira con una leve sonrisa esbozada en su cara, mientras deja dos platos calientes sobre la mesa de la cocina. Su sonrisa me inquietó. Es como si estuviese obligado a sonreírme, puesto que la única curvatura que se expresaba en su rostro eran las comisuras de sus labios levantadas. Sus ojos seguían planos, sus mejillas permanecían en su lugar. Algo no iba bien. Claro que algo no iba a ir bien, si nada estaba bien desde ya hacía mucho tiempo—. El desayuno está listo.

Yo asentí, poniéndome de pie de inmediato. Pasé al baño primero para asearme, y luego, me senté sobre la mesa donde Jaemin me esperaba con los palillos sobre sus manos para comer.

En silencio me senté, y asimismo comenzamos a comer. Jaemin sorbía sus fideos mientras yo revolvía y revolvía la sopa con los palillos. Me sentía triste, y no sabía por qué.

—¿Quieres salir en un rato más? —me preguntó entonces.

—¿A dónde? —inquirí.

—Hay un lugar que quiero mostrarte.

Acepté, y en menos de media hora, ya estábamos dentro del auto. El silencio era sólo interrumpido por la tenue música de la radio. Si estuviésemos bien, Jaemin probablemente estaría hablando o tarareando la melodía de alguna canción, pero lo único que se oía era silencio entre nosotros dos, como si hubiese una barrera que no nos permitiese oírnos. Cada uno estaba en su propio mundo, y si era sincero, aquello era algo que me inquietaba más de lo que me gustaría admitir.

Su silencio, era lo que me inquietaba. Ver que su vista estaba fija delante de la carretera, ver su cuerpo tensado, su mandíbula apretarse. Verlo como si supiese que algo está a punto de pasar me empezaba a poner de los nervios. Estar con él me ponía nervioso, y no necesariamente me refería a un contexto romántico.

Decidí apartar mi vista de él para concentrarme en la vista fuera de la ventana. Tiendas, personas, semáforos, edificios pasaban delante de mis ojos, hasta que nos encontramos en una curva, y las tiendas y edificios desaparecieron para convertirse en casas y casas cada una junto a la otra. Me extrañé, no conocía este lugar. Era muy distinto al barrio en el que vivía. Las casas eran más pequeñas y sencillas, no como la nuestra que era grande y lujosa.

Jaemin se estacionó, entonces, frente al portón de una de esas tantas casas, lo que me confundió aún más.

—¿Dónde estamos? —pregunté, sintiendo la ansiedad dominarme el cuerpo. Estábamos lejos de casa, en un lugar desconocido, y si era sincero, ya no sabía cómo sentirme delante de Jaemin...

reminiscencia ー norenminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora